“Solo miento en mis novelas”: Mario Vargas Llosa

Una entrevista de Enrique Patiño -mientras estaba a cargo de las comunicaciones de la FILBO 2014- con el escritor peruano poco antes de convertirse en premio Nobel de Literatura, y otra tras ser elegido por la Academia Sueca, se integran en una sola para dar cuenta de la visión de Mario Vargas Llosa sobre la literatura, la política, Colombia e incluso las utopías. En exclusiva para El Unicornio. In memoriam.

Por ENRIQUE PATIÑO*

Lo primero que hace Mario Vargas Llosa cuando se sienta en la mesa dispuesta para nuestra charla es tomar con la mano izquierda el libro que ha escrito, El paraíso en la otra esquina. Lo examina de perfil y luego me saluda con la mano derecha. “Quiero estar seguro de que me leyó”, me explica. No tengo por qué mentirle, así que le digo la verdad: “Me faltan treinta y seis páginas, no he parado desde que lo tengo conmigo”. Satisfecho, sonríe y se sienta.

“No se imagina la cantidad de gente que me mandan los medios que no me ha leído. Uno no puede hacer una buena entrevista si no profundiza en el otro”, agrega, para luego soltar su frase más lapidaria: “Si me hubiera dado cuenta de que tenía mi libro sin leer, suspendo la entrevista”. Puedo entenderlo; hay quienes llegan a improvisar o a hacer preguntas generales.

No ha pasado un minuto y ya me deslumbra su mirada sagaz, su postura de roble y los movimientos medidos. Las palabras afloran con tino, acompañadas por un aire de convencimiento que excede su intelecto. No dice nada que no sienta. Polémico, leído con veneración y atacado por sus ideas, es un hombre tranquilo en medio de la zozobra de las declaraciones que da a su paso. Finalmente, su obra habla por él. Sus libros excederán de lejos sus opiniones.

¿No puede evitar hablar de política?

Nunca he podido, por una razón generacional. Cuando empecé a escribir era inconcebible disociar la literatura de una actividad cívica. Eran los años del existencialismo y de la literatura comprometida. Te decían que a través de ella podías contribuir al progreso y denunciar las injusticias. Esa idea para mí fue tan válida que no me pude desprender de ella. Aunque en ello había ingenuidad.

Su literatura tiene, por supuesto, una carga política…

La literatura no es puro entretenimiento. No solo hace pasar un momento de hechizo, sino que deja huellas en la vida. En ese sentido, el compromiso de escribir lo asumo totalmente.

Y genera oposición. En la Feria del Libro de 2003 en Colombia lo chiflaron

En la Feria del Libro viví una experiencia positiva. Creo que las ideas que defiendo han ganado terreno. Vine a Colombia hace 31 años en plena polémica desatada por el caso Padilla, en el que fui uno de los que más atacó a la dictadura cubana. Estaba en el Festival de Teatro de Manizales, rodeado no por grupitos sino por verdaderas hordas de jóvenes que querían lincharme. La beligerancia fue feroz y eran cientos de personas. En la FILBo fueron diez o quince, y además educadísimos, que entraron, escucharon la conferencia y esperaron a que acabara para cantar sus cantitos. Eso me parece un modelo de buena crianza, y de orfandad, porque cada vez están más reducidos a su mínima expresión.

¿Está acostumbrado ya?

No es malo que a un escritor lo silben de vez en cuando para que no se vuelva vanidoso. La vanidad es una enfermedad extendida entre los escritores, y por eso es bueno que de vez en cuando les den un baño de realidad y los pongan sobre la tierra. A mí me ha pasado toda la vida.

Gabo prácticamente evitaba las apariciones públicas…

Bueno, sí. Él nunca se aparece en público, nunca corre el riesgo de que lo silben.

¿Existe hoy un modelo de paraíso?

No creo, pero sí creo que hay países mejores que otros, y los que están mejor son los democráticos, no los dictatoriales. Y entre esos, los que están mejor son aquellos en los que funcionan todas las instituciones. No soy pesimista. América Latina no está negada al progreso.

¿Incluso Colombia?

Colombia tiene un problema que es esta guerra atroz, pero sus recursos son admirables. Es el país más descentralizado de América Latina, una nación integrada culturalmente y que cuenta con algo que no valoran: su tradición democrática. Con todos los terribles traumas, la inseguridad, las matanzas y los secuestros, la democracia sigue funcionando. Y eso significa una extraordinaria esperanza. Solo hay que acabar con esa guerra, esa insensatez y sangría de sus seres humanos.

¿Qué decir de la búsqueda del paraíso o el sueño americano que vende EE.UU.?

EE.UU. cometió un error: la guerra. Hace acciones armadas unilaterales transgrediendo la legislación internacional y saltándose a las Naciones Unidas. Puede ser una acción armada contra un tiranuelo, que en buena hora cae, pero el día de mañana puede ser un acto de pura y total injusticia inspirado en intereses mezquinos. Eso es lo más terrible de su poder.

¿Siempre dice lo que piensa?

Solo miento cuando escribo novelas. Ahí tengo derecho a mentir. Pero cuando no cuando hablo de política. Puedo equivocarme, pero digo exactamente lo que creo.

Pasamos a hablar de libros, en este caso de El Paraíso en la otra esquina. ¿Elige el paraíso de Gauguin o el de Flora Tristán?

Los dos son complementarios. Lo ideal es tratar de acercarlos. Una felicidad entendida en términos colectivistas tiene el gran inconveniente de que sofoca al individuo, y la felicidad es algo individual. Por otra parte, una visión del paraíso individualista como la que tenía Gauguin corre el riesgo de convertir la vida en una jungla donde impera la ley del más fuerte. Hay que acercar las dos visiones de la utopía para que la felicidad no sea una abstracción irreal.

¿El paraíso es posible o está en la otra esquina?

En la otra esquina. La idea de la utopía y de la felicidad total no es de este mundo. Somos felices por momentos y siempre por contraste. Ser felices sería inmensamente aburrido. Desaparecerían los deseos, que nacen siempre de no tener aquello con lo que soñamos. Pero es la idea del paraíso la que nos permite movernos. Sin ella no habría progreso. Claro que todos los intentos por construir el paraíso en la Tierra han construido infiernos.

Esta es una pregunta de un escritor a otro: ¿Cómo arma sus relatos y novelas?

Me gusta esa pregunta. Yo escribo sin revisar, sin comprobar, de largo, textos larguísimos, tediosos, donde plasmo todo lo que tengo y he investigado. Luego comienzo a depurar y pulir. Mi método es el exceso, al que le sigue un dedicado proceso de edición.

¿Cómo le cambió la vida con el Nobel?

Antes me podía sentar a conversar, firmaba los libros con calma, hablaba con la gente. Ahora no hay vida, firmo a prisa. Pero los libros se leen más. Hay curiosidad por saber, y toda curiosidad por los libros es siempre bienvenida. Son puertas a la ficción y las mentiras nos dicen verdades.

@kikepatino

* Enrique Patiño es un periodista y escritor colombiano, autor de cinco novelas.

Imagen de portada, tomada de Universoabierto.org

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