Pobre Jorge Mario, tan bien que hizo las cosas y tan rápido que lo olvidaron. Como buen jesuita, fue un auténtico soldado de Cristo: enfrentó a grandes enemigos, incluida una dictadura; defendió siempre a los más necesitados y murió cuando ya nadie está obligado a ganar la batalla: a los 88. Las hizo tan bien que su nombre de pila quedó casi en el olvido y terminará siendo recordado por la feligresía y la historia como el papa Francisco I.
Sin embargo, a menos de 72 horas de fallecido, en el Vaticano ya nadie lo recuerda; para eso está la prensa y los cientos de millones de fieles que lo lloran. Adentro, en el Sacro Colegio Cardenalicio, no hay tiempo para eso; allí pronto habrá que elegir su reemplazo, de modo que ahora todo son cálculos políticos. Y el ala más conservadora quiere, por supuesto, traer otra vez el péndulo hacia la derecha, de donde nunca debió haberse ido, según ellos.
Por eso es bastante probable que el próximo papá sea negro, pero no por profecía y mucho menos por inclusión, sino porque en casi todos los papables africanos está representada esa esperanza. Sobre todo en Robert Sarah (Guinea, 79 años), declarado opositor de Francisco I. Si hay un paso a la derecha, la Iglesia volverá a la tradición pura y dura: la imposibilidad dogmática de siquiera poner en consideración el celibato o la unión matrimonial entre personas del mismo sexo. Recordemos que sobre este último punto Francisco I hizo una avanzada que se recoge en la publicación en 2023 de la Fiducia supplicans, que abría esa posibilidad, y que fue precisamente Sarah quien replicó con una carta pública en la que le faltó poco para llamar hereje a Francisco. No obstante, la edad le juega en contra para ser elegido papa; a menos que el Vaticano busque un papado corto, un papa de transición.
Ahora bien, la posibilidad de un papa negro no está solo en Sarah, pues otros cardenales africanos, como Fridolin Ambongo Besungu (El Congo, 65), quien en 2023 declaró en una entrevista que “África es el futuro de la Iglesia, eso es obvio”, es uno de los más que tiene mayor respaldo; o Peter Turkson (Ghana, 76), que ya había sonado como posible sucesor de Benedicto XVI, pero a quien los doce años de papado de Francisco I lo dejan ya casi fuera de juego. La última carta de África está representada en Peter Okpaleke (Nigeria, 62), aunque ya más cercano a la línea de Francisco I, por quien además ascendió al cardenalato; su edad es un punto a favor a la hora de la elección. Y aunque también están en el sonajero papal un italiano, un húngaro, un filipino y un norteamericano, es evidente que África lleva las de ganar según aquella ley de las combinaciones que nos enseñaron en matemáticas.
El problema es que en posturas conservadoras como la de mantener el celibato, ha habido por siglos un caldo de cultivo ideal para la pederastia, que es para la iglesia católica lo que la pus para un enfermo de viruela: pulula en todas las pústulas, es imposible esconderla, hiede. Casos emblemáticos son los de Chile, Alemania, Estados Unidos, Irlanda, Noruega, Australia, Brasil, Holanda… Estudiar la pederastia es también repasar geografía mundial. Y si damos una mirada a Colombia, no hay diócesis que se salve: es un mal institucional, una política, así mucha gente lo niegue. Las investigaciones de Casa Macondo y Juan Pablo Barrientos son contundentes al demostrarlo: «Desde la cúpula hacia abajo, todos los prelados de Colombia han encubierto y protegido a sacerdotes pederastas y abusadores sexuales. Los 137 obispos y superiores de comunidades religiosas conocieron al menos un caso que no reportaron a la Fiscalía General.» De hecho, en Colombia recientemente fue noticia el caso de la familia Llano: siete hermanos abusados por un mismo cura, Darío Chavarriaga, aunque la noticia vino más por involucrar como encubridor al jesuita Francisco de Roux, hasta hace un par de años presidente de la Comisión de la Verdad. Pues bien, Francisco I luchó contra eso, y a muchos allá dentro no les gusta.
Por todo lo anterior, dentro del Colegio Cardenalicio, Francisco I no tiene quién lo llore: sus enemigos, porque acarician la posibilidad de la revancha; sus amigos, porque estarán intentando ganar para continuar su legado. Afuera sí, pues allí está el resto del mundo convencido de que este es un duelo de todo el universo católico, aunque en realidad no lo sea de puertas para adentro, y ello vale para la política, para la milicia y para las familias en las que el muerto deja grandes fortunas a sus herederos.
La Iglesia Católica mantiene ciertas prácticas y tradiciones enigmáticas y misteriosas. Un ejemplo es la prohibición de realizar autopsia al cuerpo de los papas fallecidos, sustentada en el principio de que el cuerpo del papa es sagrado. Ello ha dado lugar a diversas especulaciones históricas; por ejemplo, que Juan Pablo I pudo haber sido envenenado durante sus 33 días de pontificado. Si la Iglesia es una institución transparente, ¿por qué no permitirlo? ¿A quién le sirve otro Juan Pablo I?
Mientras en el Vaticano se hacen los preparativos para el cónclave, en Colombia la Corte Constitucional prepara un fallo quizás histórico: obligar (o no) a varias diócesis a entregar la información solicitada por Juan Pablo Barrientos, entre las cuales se encuentran las de Pereira, Málaga, Neiva, Apartadó, Caldas, El Espinal, Girardot, Tunja, Granada y Santa Rosa de Osos. Si la Corte falla a favor del demandante, la Iglesia se verá obligada a entregar el 87 % de los archivos (solo ha entregado el 13 %, de lo cual van 600 casos), y ello podría sacar a la luz algo así como a 4.615 sacerdotes denunciados por abusos sexuales. Quizás veamos en Bogotá, antes que en Roma, la fumata blanca.
@cuatrolenguas