No quieren un rey ni un tirano

Las imágenes son impresionantes. Millones de personas en Estados Unidos y en las grandes capitales del mundo salieron el fin de semana a protestar, nuevamente, contra Donald Trump y contra las instituciones que le han permitido atropellar los derechos ciudadanos y pasar por encima de la Constitución norteamericana.

La mayoría de magistrados republicanos, con una tendencia ultraderechista, le han facilitado a Trump hacer lo que quiera en contra de los migrantes, de la prensa, y de los abogados, jueces y fiscales. La mayoría conservadora mira con fascinación las tropelías que comete el presidente de Estados Unidos y cuando alguna autoridad estatal intenta frenar sus desafueros, de manera expedita emite decisiones permitiéndole actuar libremente.

Algunos de esos ancianos magistrados han sido denunciados por la prensa por actos de corrupción comprobados. Tal vez, por su catadura moral, es que ellos han salvado a Trump de varias investigaciones e incluso han echado para atrás algunas sanciones legales, especialmente relacionadas con indemnizaciones multimillonarias que debería pagar.

También los congresistas republicanos le han otorgado a Trump poderes reservados al Congreso, para que legisle desde el salón Oval. Hoy Trump puede declarar guerras, imponer aranceles, regular el comercio internacional, nombrar funcionarios a discreción, definir los gastos de los fondos públicos y aprobar tratados, sin que el Senado y la Cámara intervengan.

Esencialmente, quien gobierna a Estados Unidos no es un presidente controlado por los otros poderes públicos, sino un déspota, que le está haciendo un daño irreparable a ese país y ha creado un caos en el orden político internacional de tal magnitud, que ha echado para atrás más de cien años de multilateralismo.

Mi generación, y la generación anterior, y la anterior, siempre enarbolamos la democracia de Estados Unidos como el ejemplo a seguir. Hoy, esa “verdad” no existe. La democracia estadounidense es un remedo y su presidente no tiene nada que envidiarle a tiranos latinoamericanos como Maduro, Bukele y Ortega. Son tan parecidos, que parecen cuatrillizos. La diferencia es que Trump gobierna en el país más rico y avanzado del mundo, hasta hoy. Pero este poder también está en riesgo.

Millones de ciudadanos estadounidenses que votaron por Trump, entre ellos los agricultores del norte, los veteranos de guerra, los cristianos y judíos ortodoxos, los migrantes latinos, los pequeños empresarios, los comerciantes, entre otros, están arrepentidos de su decisión. Algunos han quebrado económicamente, otros no están recibiendo sus cheques mensuales, varios están siendo acusados de terroristas, millones de familias están atrapadas en la línea de la pobreza y miles han sido separados de sus familias y deportados.

La reacción anti-Trump es cada vez mayor, porque él está buscando, además, con el apoyo de los republicanos, acabar con la ley de cuidados de salud asequibles (Obamacare), lo que afectará a cerca de 20 millones de personas vulnerables. La gente se cansó de los abusos de ICE contra los migrantes. Y peor aún, odian que la Guardia Nacional llegue a controlar sus ciudades, como si fuera una invasión enemiga.

Todo este desastre “trumpista” podría acabar el próximo año, cuando haya elecciones de mitad de término para elegir representantes a la cámara y un tercio del Senado.

@HumbertoTobon

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