“Sé lo que hago” dijo Donald Trump el día de la cena con el Comité Republicano el pasado 9 de abril, el mismo acto en que hizo otros comentarios tan poco polite que no vale la pena mencionarlos.
Sin embargo, tanto decisiones posteriores suyas como algunas cifras de la economía estadounidense parecerían demostrar que no, que no sabe lo que hace. Por ejemplo, aunque inicialmente impuso tarifas del 25 % sobre algunos productos europeos, el 12 de abril decidió suspenderlas temporalmente para evitar represalias de la Unión Europea.
El 15, tras negociaciones con el gobierno canadiense, redujo del 25 % al 10 % los aranceles sobre ciertos productos agrícolas. Y el 18, debido a la presión de fabricantes de automóviles estadounidenses, permitió ciertas exenciones en los aranceles a autopartes provenientes de México.
Además de esas decisiones, las cifras parecen estar pasándole factura: el turismo internacional ha sufrido una caída del 11,6 % en la llegada de visitantes en marzo de este año, en comparación con el mismo mes del año anterior, y ello supone pérdidas estimadas en 18.000 millones de dólares para este año. Las reservas de vuelos solo desde Canadá hacia EE.UU. han disminuido un 40 %, lo que impacta sobre todo en estados fronterizos, como Nueva York y Michigan.
En agricultura, los productores de manzanas en Washington y los de fresas en California han reportado hasta un 30 % de pérdida de cosecha debido a la falta de trabajadores disponibles para la recolección por cuenta de las deportaciones, y en ganadería, las lecherías en Wisconsin y Nueva York han experimentado una disminución en su producción por la misma razón: los trabajadores migrantes solían encargarse de tareas específicas, y no han sido fácilmente reemplazados.
Ese 9 de abril Trump también dijo, a su favor, que el recaudo de aranceles ya representaba casi dos mil millones de dólares al día (exactamente 1600 millones), pero sin aportar prueba ni fuente alguna. Sin embargo, según el diario The Guardian, “Las cifras del Departamento del Tesoro de EE.UU. muestran que las aduanas y ciertos impuestos especiales, en promedio, han totalizado unos 200 millones de dólares al día en lo que va del mes”.
Por supuesto, esas cifras repercuten en la popularidad del presidente a escasos 100 días de gobierno. Según una reciente encuesta de CNN, el 69 % de las personas considera que una recesión económica el próximo año es al menos algo probable, incluyendo el 32 % que dice que es muy probable. Solo el 34 % de los estadounidenses se describen como entusiastas u optimistas sobre la economía: el 29 % dice que son pesimistas y el 37 % que tienen miedo.
En fin, el hecho es que Trump ha logrado hacer temblar a los mercados de un modo en que no lograron hacerlo la pandemia ni la crisis inmobiliaria de 2008 ni la explosión de las punto com, por allá en el 2000, crisis conocida como la burbuja tecnológica. Y ya ha empezado al menos el temor a una fuga de capitales de EE. UU., un escenario improbable poco antes, y una pérdida de confianza en Trump. De hecho, esta podría ser la causa, según algunos analistas, de los últimos “reversazos” de Trump en materia arancelaria.
No es para menos, ya que según el Diario La República, el índice del dólar ha caído un 9 % en los primeros 100 días del gobierno de Trump, su peor desempeño desde la era de Nixon. Además, los mercados bursátiles han sufrido pérdidas significativas, con el S&P 500 cayendo un 4,8 % y el Nasdaq 100 desplomándose un 5,4 %, lo cual ha afectado a empresas claves, como Apple, Nvidia y Tesla.
Por fuera de los Estados Unidos la cosa no pinta mejor, en buena parte por la crisis del dólar, aunque la diversificación de mercados y la misma fuga de capitales podría terminar beneficiando las eufemísticamente llamadas “economías emergentes”.
Todo esto recuerda la historia del banco inglés Barings, fundado en 1762, que hasta se enorgullecía de haber financiado las guerras de Napoleón, y al que las decisiones de una sola persona, Nick Leeson, llevaron a la quiebra en 1995. Atrás quedaron 233 años de operaciones. El error del banco consistió en darle demasiado poder a Leeson, derivado, a su vez, de un exceso de confianza. El de Leeson, en creer que “sabía lo que hacía”, y en hacer inversiones riesgosas con pérdidas que ocultó hasta que ya no pudo más y la quiebra se hizo innegable. Se le devolvió el búmeran.
Como en la historia de Leeson, y guardando las inmensas proporciones, Trump también afirma que sabe lo que hace, parecería estar disfrutando de un inmenso poder, uno que lo supera, tomando decisiones irresponsables, ocultando información real y poniendo demasiado en riesgo. Por ahora, quizás pueda disfrazarlo con mentiras, como hizo con las cifras de recaudo arancelario o como cuando el pasado 25 de abril mintió diciendo que estaba negociando con China, pero China salió a desmentirlo, con una frase además que parece un llamado a la sensatez: “no hay ganadores en las guerras comerciales”.
Mientras tanto, los dos últimos informes «World Economic Outlook” del FMI solo apuntan hacia la incertidumbre, el decrecimiento global y la desaceleración en la reducción de la inflación mundial, y todo por cuenta de las decisiones de una guerra comercial unilateral y que parece carecer de brújula, dirección y propósito.
Como el búmeran.
@cuatrolenguas