Panamá: Separación, muy diferente a Independencia

Por FABIO MARIÑO, Embajador de de Colombia en Panamá

La cuestión se remonta a tiempos muy antiguos.

Para discutir sobre Panamá y Colombia en el contexto de la unidad, es necesario retroceder a épocas pasadas, alrededor de 1508, y posteriormente a la creación de una gobernación autónoma en tierra firme conocida como Castilla de Oro, que abarcaba territorios desde Centroamérica hasta las cercanías del río de la Plata, regiones ya afectadas por la invasión española, erróneamente denominada descubrimiento, luego conquista y finalmente con el impositivo nombre de Colonia, por cuanto las raíces que nos conectan, y que evidentemente requieren certezas, seguirán siendo el hilo y tejido de juntanzas, acontecimiento de gran magnitud y trascendencia necesario de cuidar y no dejarlo enredado en contradicciones elementales propias del desarrollo de las relaciones entre nuestros pueblos hermanos.

Me refiero a dos palabras que expresa cada una un mensaje de importancia y ocasión, vocablos que ayudarán a entender el valor de un evento y situaciones propias y comunes de las relaciones entre países y Estados, mientras que entre pueblos y Naciones la unidad ha sido fuerza y voluntad que trasciende los tiempos y supera las dificultades; dos palabras: *independencia*, que es muy distinta a *separación* siendo esta última el motivo más mencionado en la actualidad, y en esta ocasión hago referencia a la independencia del Istmo de la corona española, suceso forjado y moldeado en los días y años del siglo XIX, cuando por los caminos de la Abya Yala y por los cielos de la ya conocida América sobre el filo de la cordillera de los Andes, iban y venían como luces desandantes gritos y silencios con mensajes libertarios, y desde Centroamérica también llegaban mensajes de amor y compromiso con la causa independentista llenado de certezas a esta hermosa y amorosa cintura que une a las Américas.

Fue precisamente durante los últimos días de octubre de 1821 cuando creció la siembra rebelde y se intensificaron los clamores por unirse a las decisiones americanas emancipadoras, las que iluminaron como soles la Villa de Los Santos el 10 de noviembre, momento en el que se dio el grito de independencia o “Grito Santeño”. Esta acción de libertad se registró el 28 de noviembre del mismo año, al tiempo sellando un sublime instante de unidad voluntaria del Istmo con la Gran Colombia, laudo impulsado por la legítima aspiración de pertenecer a una nación robusta que asegurara la independencia latinoamericana y la protección contra la amenaza de una posible reconquista por parte del poder español. 

Además de los ánimos, muchos sacrificios y esfuerzos se avivaban con las noticias libertarias que llegaban del sur y del norte al Istmo, así como por la admiración hacia el gran artífice de estas, el Libertador Simón Bolívar, quien ya en 1814 hizo generosas referencias a Panamá, expresando: “Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios para tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo”. A esto se sumaban los recientes triunfos del Ejército Libertador en Boyacá y Carabobo, así como la creación de la Gran Colombia, eventos y gestas que ejercieron una gran influencia en los líderes independentistas del Istmo.

Por lo tanto, la unión del Istmo de Panamá a la Gran Colombia no fue un acontecimiento casual; los tiempos y caminos de la historia habían conspirado para ello, logrando que la fuerza de la unión se convirtiera en un emblema de la identidad de estas provincias en libertad y gracias a la magna obra del Libertador avanzaba lo que en su carta de convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá en 1824 fortalecía la opción de crear “la América grande”. Sin embargo, pronto las disputas, pasiones y envidias locales comenzaron su labor de división y ruptura, un suceso pusilánime que desmembró el sueño del libertador y arruinó el proyecto de unidad americana, cuando Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia decidieron cada uno seguir su propio camino acarreando así el fin de la gran Colombia, y lo que una vez fue la Nueva Granada, quedó con el nombre Colombia y la tarea de aceptar que el sueño de Bolívar se había truncado.

Necesario es aquí, prestar atención a que el Istmo de Panamá en esa adversa decisión de separación y ruina de la gran Colombia, finalizando la década de los años 20 del siglo XIX, no se separó como lo hicieron los otros países recién independizados, y aun reconociendo iniciativas panameñas de la época para volver a su estado de identidad de Istmo autónomo, Panamá se mantuvo en unidad con Colombia hasta finalizar el siglo XIX, 70 años después de la muerte del Libertador, cuando en 1903, por los días de octubre y noviembre decide separarse de Colombia, apartamiento que definitivamente es diferente al concepto de independencia, por cuanto esta, es el evento al cual se llega como dura solución, luego de no lograr la autonomía y reconocimiento de manera inteligente y civilizada, dada la brutal imposición de una invasión, como fue el caso para la emancipación de la península ibérica, dicha usanza de sumisión, de la cual nunca hizo uso Colombia.

Hoy, Panamá y Colombia gozan de excelentes relaciones de buena vecindad, de cooperación, de unidad como pueblos hermanados por mismas historias, propósitos, dificultades, programas de integración y cooperación regionales, por cuanto siguen vivos los sueños de unidad que el Liberador orientara y serán fortalecidos según los desarrollos y avances que los tiempos y las circunstancias que el mundo vive y América Latina reclaman, y próximamente más, con la conmemoración del Bicentenario del Congreso Anfictiónico de Panamá a celebrarse en junio del año venidero.

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