Por YEZID ARTETA*
“El periodismo está hoy más corrompido que la política”, aseguró al diario El País de España el experimentado cronista y exdirector del periódico El Mundo, David Jimenez, autor de El director, el best seller que abrió en canal al mundo de los medios y ocasionó un terremoto en las salas de redacción. “En el periodismo de hoy se practica el chantaje y se destruyen reputaciones por dinero”, sentenció. El presidente Gustavo Petro es el blanco predilecto de los medios corporativos de Colombia, los mismos que pasan de puntillas sobre la persecución de Trump contra la prensa libre y los pilares sobre los que se afirma la democracia estadounidense.
La rama 2.0 de la extrema derecha colombiana y los medios corporativos saturan las redes con contenido en los que se enaltece a Trump y devalúa a Petro. Al mismo tiempo y sin pudor alguno, ocultan la creciente y multitudinaria resistencia de la ciudadanía estadounidense a los métodos policiacos empleados por la Casa Blanca contra los periodistas, organizaciones civiles, partidos y gente en general que se oponen a un puñado de plutócratas a los que les importa un comino la Constitución de los Estados Unidos y la legislación internacional. Estamos en Colombia, Viejo Topo, ante una estrategia oligárquica sumisa y apátrida que no había encontrado hasta hace poco a un individuo —Gustavo Petro— y una fuerza nacional que entrará a disputarle la hegemonía ideológica.
La oligarquía colombiana representada por gremios desgastados, instituciones obsoletas —verbigracia el Consejo Nacional Electoral— y tribunales de bolsillo, no está enfrentada a un individuo, sino a una especie de “petrismo sociológico” —por ponerle un nombre— arraigado en la mente y la realidad de un considerable y determinante segmento de la sociedad. Un petrismo sociológico que atraviesa todo el arco generacional y de clase. Una masa crítica irreductible que no quiere volver atrás la rueda de la historia.
“La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad”, escribió Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel. No es casual que ideólogos como Alain de Benoist y otras figuras de la Nouvelle Droite (Nueva Derecha) hayan echado mano de las ideas del comunista Gramsci para no perder su hegemonía cultural. La palabra ha sido la principal herramienta política de Gustavo Petro. Palabras que han erosionado gradualmente la estructura de dominación de la oligarquía colombiana. Millares de colombianos se han liberado del establo mental construido por los oligarcas.
Gracias a la perseverante reórica de Petro, la rebelión cultural pasó de ser una patente de las élites intelectuales para convertirse en un valor de las clases populares. La opinión de Petro acerca de Trump tiene hoy día más arraigo entre la sociedad colombiana que la del rancio establismenth. Por primera vez en la historia del país la imagen negativa que tienen los colombianos sobre un presidente de los Estados Unidos es superior a la positiva. Lo dicen las encuestas. El nacionalismo, inusual entre los colombianos, empieza a tomar forma. Donald Trump, Marcos Rubio y Bernie Moreno, con la complicidad de una oligarquía contrahecha, están liberando a la bestia del nacionalismo.
Las palabras ofensivas que salen de la Casa Blanca contra Colombia y las replicas que brotan de la Casa de Nariño están definiendo la realidad política del país.
Apunte uno: El filme Un poeta, dirigido por Simón Mesa Soto, galardonado en Cannes y seleccionado por Colombia para competir porlos premios Oscar y Goya, es una de las mejores películas en la historia de nuestro modesto cine.
Apunte dos: Hasta el séptimo juego con los Azulejos de Toronto hice fuerza para que los Marineros de Seattle disputarán la Serie Mundial de Béisbol contra los Dodgers de los Ángeles. No fue así. El viernes 24 de octubre comienza el espectáculo de la pelota caliente. El japonés Shonei Ohtani, pelotero de los Dodgers —“una suerte de Messi del béisbol” dice un amigo barranquillero radicado en Estocolmo— es la gran sensación.
* Tomado de revista Cambio Colombia