La motosierra y la espada de Bolívar

El expresidente Álvaro Uribe Vélez conminó, con algo de hipocresía, a los precandidatos presidenciales de su partido a evitar el uso de los términos “motosierra y dar de baja”, en consideración a la carga negativa que acumulan por estar atados a la temida política de Seguridad Democrática. El llamado de atención a sus “muñecos presidenciables” se dio en el marco de los encuentros políticos en los que Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, Paola Holguín, Andrés Guerra y Miguel Uribe Turbay expusieron sus ideas políticas y las ganas de obtener el guiño de su patrón.

La motosierra representa los crímenes perpetrados por los paramilitares con la anuencia de miembros uribizados del Ejército nacional que extendieron y aplicaron la doctrina del enemigo interno a políticos, periodistas, defensores de derechos humanos y del ambiente, así como a jóvenes pobres que terminaron asesinados por balas oficiales, práctica que se conoció como los “falsos positivos”. Sin una declaratoria oficial, la motosierra fue el símbolo con el que la derecha se hizo legítima durante uno de los periodos más aciagos para el Estado de Derecho y la democracia en Colombia: entre el 2002 y el 2010.

La simpática exhortación del expresidente y expresidiario se dio días antes de que el presidente Gustavo Petro desenvainara la espada de Bolívar como símbolo de unidad popular y reivindicación social y laboral de los sectores de la población sometidos al extendido proceso de precarización laboral que Uribe Vélez consolidó en sus ocho años de gobierno.

Así las cosas, la opinión pública y el país político ven en la arena pública a dos disímiles formas simbólicas: la motosierra y la espada de Bolívar. La primera es el símbolo inequívoco de que la penetración paramilitar en el Estado durante los gobiernos de Uribe naturalizó la violencia política e ideológica ejercida por las AUC y aplaudida por empresarios, curas, políticos, deportistas e intelectuales orgánicos, agentes todos de las huestes uribistas. Entre tanto, la segunda es el símbolo de la emancipación, de la libertad y el cambio que el presidente Petro, en su calidad de caudillo popular, busca con su proyecto político progresista.

La motosierra da cuenta de una compleja coyuntura social y política en la que la vida de cientos de miles de ciudadanos fue subvalorada y despreciada para facilitarle el trabajo a los paras que operaron dichas sierras para “cortarle” las cabezas a los ciudadanos previamente calificados como indeseables y enemigos de la Patria y de la seguridad democrática.

Por el contrario, la espada de Bolívar da cuenta de un momento histórico con el que se busca reivindicar el valor de la vida de todos los ciudadanos, sin importar sus orientaciones políticas. El sable del Libertador que el presidente Petro desenvainó simboliza el abandono del miedo y el terror como política estatal y paraestatal en los tiempos en los que criticar al gobierno de Uribe se asumió como una actividad cercana a la sedición y al terrorismo.

Por más que la derecha y los medios de información hegemónicos asuman la exposición de la espada de Bolívar como un gesto amenazante de parte de Petro, esos sectores de poder social, político y económico saben que la vida y los derechos fundamentales de sus más visibles agentes jamás estarán en riesgo. Si la derecha regresa al poder en 2026, no se descarta que la motosierra vuelva a ser usada como instrumento biopolítico y símbolo inequívoco del retorno del uribismo a la Casa de Nari. Por el contrario, si el proyecto progresista logra reelegirse, la espada de Bolívar  podrá regresar a la Quinta de Bolívar o mantenerse en el Palacio Presidencial como símbolo de la superación de la mayor tara civilizatoria que como sociedad exhibimos: el uribismo. 

@germanayalaosor

* Imagen de portada, generada por Inteligencia Artificial (IA)

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