Santander: laboratorio de «redentores, outsiders y clanes»

Por JULIO ACELAS – Doctor © En Estudios Políticos Universidad Externado

En Santander desde comienzos de 2000 una generación de políticos emergentes -clanes- desplazó a los tradicionales y, desde entonces, ha controlado casi absolutamente el poder político. Esa élite política, emblemática en las últimas décadas, se hizo en partidos emergentes, alternativos al tradicionalismo -terceras fuerzas- creó un partido político de relevancia nacional -Convergencia Ciudadana-, y muchos de sus lideres elegidos por voto popular y luego judicializados eran auténticos “outsiders”, como el expolicía Hugo Aguilar, su hijo, un sex-symbol desconocido, Richard Aguilar, el millonario Rodolfo Hernández y sendos miembros de corporaciones públicas.

Los emergentes, forasteros de la política, “le pintaron la cara al liberalismo”, y terminaron hegemonizando hasta las grandes instituciones universitarias de la región – UIS y UTS-, los activos públicos más valorados, cuyas directivas les han sido funcionales y convirtieron la academia en “muros de silencio” y “grandes contrataderos”, ampliamente cuestionadas por la ausencia de transparencia y el clientelismo.[1] En Santander se ha construido socialmente una suerte de «admiración» casi mítica, a la astucia y el poder de los políticos sub judice, como si “reencarnaran un Robin Hood que roba al Estado y reparte parte al pueblo, resultando natural que vivan como magnates”, lo confiesa en privado un dirigente gremial.

Contra todo pronóstico, Rodolfo Hernández en 2015 arrebató la alcaldía de Bucaramanga al poderoso y eterno Partido Liberal, y con una meteórica plataforma populista de derecha, casi termina de presidente en 2022. Bajo su sombrilla nacieron  todos los políticos y activistas independientes-alternativos que protagonizaron el gobierno de la capital por dos periodos, con una fuerza mediática indiscutible -influencer y youtuber- blandiendo la retórica vacía y agresiva de la “anticorrupción y la defensa del páramo de Santurbán”, sin poder político real y cultivando rápidamente el rechazo, como quiera, que siendo “alternativos” con el apoyo electoral de la opinión, terminaron cuestionados por la corrupción: la condena de Rodolfo Hernández y el enjuiciamiento de Carlos Ramón González. 

En 2023 gana ampliamente las elecciones en la capital el pastor Jaime Beltrán, con el apoyo de políticos cuestionados y vendiendo un mantra religioso “de devolver la seguridad a los ciudadanos y expulsar a los malos”. Venía de ser un joven político tradicional y líder evangélico que había militado con los liberales, y comportaba en sus inicios características también de ‘outsider’.  

II

El concepto de ‘outsider’ tiene dos dimensiones seminales: 1) inexperiencia política, y 2) búsqueda del poder en un partido nuevo, ambas necesarias para que un político sea definido como tal. Estos políticos amateurs al gobernar prefieren gabinetes compuestos por personas sin experiencia en política y en lo público –tecnócratas independientes y allegados de su círculo profesional y familiar más cercano–, están fuera de las convenciones políticas clásicas y basan su liderazgo en un discurso anti establecimiento.[2]

Lo “emergente” en política está asociado con lo novedoso, lo inesperado, lo original, mueve fuertemente la cotidianidad sin alterar las estructuras preexistentes. Estos forasteros al sistema político, producto de las crisis de los partidos tradicionales, se abanderaron como alternativa de renovación, actuando fuera del establecimiento y tuvieron que construir una identidad anti política, de antagonismo frente a lo viejo, mediante estrategias simbólicas centradas en las redes sociales. Tienen un estilo personalista, carismático y pragmático, y muchos reivindican el progresismo, la transparencia y la modernización de la política, proclaman la democracia interna, pero son jerárquicos y verticales en sus decisiones. Convergencia Ciudadana, el malogrado partido emergente y el más reconocido en el país, cumplió muchas de esas cualidades.[3]

Profundos cambios institucionales en el país (la Constitución de 1991, elección popular de alcaldes y gobernadores, etc.) profundizaron el progresivo deterioro de los antiguos “feudos electorales” y el surgimiento de los terceros partidos no tradicionales que cumplieron un papel clave en la socialización de las nuevas élites políticas. La parapolítica,[4]demostró que el paramilitarismo permeó a la dirigencia de la mayoría de los partidos y transformó profundamente la política regional.

En Santander, Convergencia nació liderada por un sector sindicalista de izquierda del M-19, abandonaron ese carácter progresista y alternativo, y sin salirse del juego institucional, entablaron alianzas con políticos bipartidistas, sectores de la oligarquía económica y “elites parias”, sostenidas por carteles mafiosos y grupos paramilitares, fundando un “modelo depredador de gobernanza” política.

La comprensión del sistema político en Santander, su naturaleza y funcionamiento, pasa por distinguir quienes conformaron esa elite política – los más reputados y poderosos-, su proceso de reclutamiento, las redes de poder, los valores y los acuerdos políticos que compartían y trenzaron, su origen social y representación política, sus cosmovisiones, el rol económico que tenían y el consumo cultural que los distinguía de la ciudadanía y de otras elites.[5]

III

Desde finales de los noventa, en Santander se ha consolidado una matriz de lealtades políticas de derecha, que se expresa en la fuerte legitimidad que lograron los políticos emergentes que le encendieron “una vela a dios y otra al diablo”; en la alta estima de la fuerza pública, la familia, la inversión privada; en el rechazo a las guerrillas y la aceptación social de los paramilitares -tuvimos más CONVIVIR en todo Colombia (106); en la interiorización del mantra que somos “un buen vividero”, que distorsiona la altísima penetración del narcotráfico; la normalización de la violencia intrafamiliar y las lesiones personales, el desprecio por los DDHH, la estigmatización de las ONG y la comunidad LGTBI: tuvimos las marchas anti cartillas LGTBI más grandes del país. Todo ello cimentó una narrativa negacionista del conflicto armado que excluyó a Santander del Acuerdo de La Habana con las FARC; en sendas reuniones con el presidente Santos la dirigencia regional esgrimió la premisa falaz que “estábamos pacificados y en posconflicto”, a pesar que en Santander fue de los territorios más estratégicos y afectados por el conflicto armado.[6]

Esas trasformaciones se dieron lentamente, acompañadas de imperceptibles cambios sociales y políticos, que no partieron de cero y que heredaron viejas realidades que amalgamaron con otras nuevas, a veces siniestras o virtuosas. Gramsci, el teórico italiano lo describió muy bien: “mientras el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.

La política populista, a veces paralizante y violenta simbólicamente, duramente estigmatizada, tampoco ha sido tan negativa. Para Pierre Rosanvallon[7], la democracia es inacabada, experimental y una suma de modalidades imperfectas. El populismo no nace espontáneamente, es producto del agotamiento del modelo parlamentario representativo, una reacción universal iliberal contra la clase política tradicional, es un modelo de democracia polarizada, de autoritarismo democrático, y su ideología es coherente y plantea soluciones a los desórdenes presentes. Además de neutralizar y satanizar a una vetusta elite política liberal en el concejo local, Rodolfo y sus herederos, que han sido sinónimo de desgobierno, en algo han contribuido a oxigenar y sacudir la política en Santander, cargada de poderes tenebrosos, lavadores de tierras y nuevos ricos.

IV

El ex director de Dirección de Tránsito de Bucaramanga, Carlos Bueno, experto en movilidad, un funcionario de “24 horas de trabajo imponiendo comparendos”, por lo que lo hicieron altamente mediático, ha anunciado que será candidato a la Alcaldía, en caso de que haya elecciones atípicas ante la eventualidad que el alcalde Beltrán sea suspendido por doble militancia. Bueno, el día de su lanzamiento, radicó ante el Área metropolitana de Bucaramanga, la donación de «los estudios técnicos, operativos y financieros para transformar el transporte público del Área Metropolitana por valor de $2.000 millones, un ambicioso plan elaborado por expertos nacionales e internacionales». En 2022, el señor Bueno había ya contratado con el área metropolitana de Bucaramanga una asesoría con objeto similar, cuyos resultados muy pocos conocen. (CPS No. 11 0 0 0 3 4 2/22 con el AMB).

Esa «generosidad populista» de REDENTOR, que no es nueva en Bucaramanga, recuerda nuestra impronta alternativa. A comienzos de los 2000, en tiempos del condenado por corrupción, exalcalde de Floridablanca Jairo Ulloa, quien, vociferando un discurso de izquierda, intentaba peatonalizar el centro de ese municipio como un proyecto emblemático de cultura ciudadana y de recuperación del espacio público, Rodolfo Hernández ofreció regalar los diseños y contrató al reconocido arquitecto Lorenzo Castro, proyecto que a la postre no se efectuó por la torpeza e inexperiencia del alcalde. Rodolfo contaba por esos días también, que «había regalado» los diseños de los intercambiadores de la carrera 15 y el Mesón de los Búcaros, lo que era falso, pues los diseños los hizo la UIS en la alcaldía de Lucho Bohórquez.

Las lecciones saltan a la vista. Los nuevos liderazgos que necesita Santander deben conocer y superar ese pasado inmediato de alianzas con ilegales y populistas inexpertos que desgobiernan y siembran incertidumbre. Deben armarse de otros referentes políticos y éticos, tomar en cuenta los aprendizajes de las gobernanzas virtuosas y deslindarse de las fallidas, los avances del gobierno digital, asumir más capacidades blandas, más transparencia, más inclusión ciudadana, más capacidad de respuesta al ciudadano y una mejor comprensión de la gente antes que del cemento.

El candidato Bueno debe mostrar honestidad intelectual y transparencia, y decirles claramente a los ciudadanos, a quien representa. En política es clave saber la trayectoria del candidato -HV-, lo que dice -propuestas-, pero, sobre todo, a quien(es) representa. Carlos Bueno, lo sabe toda la política local, fue cuota en el Instituto de Tránsito de Mauricio Niño, el poderoso contratista, financiador de campañas, carnal del exalcalde Cárdenas y «zar de los licores», como lo ha documentado ampliamente La Silla Vacía. (https://lasillavacia.com/…/asi-se-pervirtio-el-poder…/.

Ello también aplica para todos los candidatos venideros: deben contarnos que modelo de ciudad propone, más allá del transporte público y la movilidad, su comprensión de la Bucaramanga actual, el modelo de seguridad, las relaciones con el gobierno central y los clanes políticos, etc.

¿Representa entonces Bueno, y muchos políticos jóvenes, a esos poderosos contratistas que han sido funcionales a la clase política santandereana protagonista de hechos de corrupción y alianzas con ilegales, en ocasiones populista, responsable de la calamidad política que padecemos?

@JulioAcelas


[1] https://www.elunicornio.net/los-tenebroso-de-la-piedra-de-barichara-y-el-cemento-en-la-uis/?fbclid=IwY2xjawLjZ1NleHRuA2FlbQIxMABicmlkETFnU00wMmk1ZTBpUXNwSkxSAR6dZGgRjd6n9_f7RJ-SO_xcNi12C2QNpVCxG7QXAfipKI2XRedTdi3vNVutpA_aem_DhFxj_ygBqImZDduz5U54Q

[2] Carreras, M. (2013). Presidentes outsiders y ministros neófitos: un análisis a través del ejemplo de Fujimori. América Latina Hoy, vol. 64.

[3] Schedler, A. (1996). Los partidos anti establishment político. Este País (México D.F.), 2–13. Madrid.

[4] López C. y otros (2010). Y refundaron la patria.  Bogotá.

[5] El autor elabora una tesis sobre el tema en el Doctorado en Estudios Políticos del Externado.

[6] https://datospaz.unidadvictimas.gov.co/registro-unico-de-victimas/

[7] Pierre Rosanvallon. El Siglo del Populismo. Historia, teoría, crítica (Buenos Aires: Manantial, 2020).