Petrismo sociológico (II)

Por YEZID ARTETA*

Rodrigo ‘Rocky’ Valdez, excampeón colombiano de los pesos medianos, fue un fajador. El fajador se caracteriza por un estilo de boxeo agresivo. No elude la lucha. Busca el combate a corta distancia. Lanza y recibe golpes. Resiste hasta lograr el desgaste del oponente. Mike Tyson, Julio César Chávez, Roberto ‘Mano de Piedra’ Durán fueron fajadores legendarios. Gustavo Petro Urrego, en sentido figurado, es una suerte de ‘fajador político’ que mantiene una ofensiva continua contra sus opositores hasta llevarlos a un estatus de perturbación defensivo. Como el que ocurre entre los expresidentes Gaviria, Pastrana y Uribe —amontonados en una especie de gavilla tragicómica— para enfrentar al puñetero Petro. “Tres tristes tigres tragaban trigo en un trigal”: un peliagudo trabalenguas para la dolida memoria de Colombia.

A la élite intelectual y mediática colombiana les choca el estilo de Petro. No soportan sus largos consejos de ministros y su altilocuente retórica en la que se refiere al vil negocio de la salud, sigue con la pensión para los “viejos” y “viejas”, y luego se duele de no poder otorgarle una distinción a Karol G por su brillante canto en el Vaticano. A la gente del común, en cambio, les fascina que Petro los tenga en cuenta, asimismo que relate sus dramas familiares. Una es la gente que paga por ver a la selección absoluta de fútbol en el Metropolitano de Barranquilla, y otra la que está en las afueras del estadio buscándose la vida. Petro habla principalmente para la mayoría que está afuera. 

La élite mediática actúa por análisis, mientras Petro lo hace por instinto. La entrevista de Daniel Coronell a Petro en el Palacio de Nariño es un retrato síntesis de las dos caras de una misma moneda. Mientras el periodista se quedó en las formas (el lápiz y la saliva de Petro), el presidente martilló sobre la realidad (oligarquía apátrida). La élite mediática sigue creyendo que en los tiempos que corren, un editorial de prensa o radio puede cambiar el curso de la “emoción pública”. Petro apostó por los jóvenes influencers, en oposición a los medios tradicionales, lo cual se tradujo en una significativa renta electoral en la reciente consulta del Pacto Histórico. 

Petro no se resignó al marco político que el establismenth ofrece tradicionalmente a la izquierda que gana una contienda electoral. Un marco en el que no hay chance para realizar transformaciones estructurales. El gobierno del cambio tenía dos alternativas para escoger: gatopardismo o vuelta a la tortilla. Maquillar al establismenth, pero dejándolo todo igual o revolcarlo. Poner el Estado al servicio de los contratistas del establismenth o de la inmensa mayoría social del país. Petro eligió la segunda alternativa, la vía de las transformaciones. Los asuntos de salud, pensiones, educación, trabajo, agricultura o tributación que eran tratados en secreto por los operadores políticos tradicionales se volvieron moneda de uso público. Las clases populares se metieron en el relato de las reformas. Sacarlas de allí, como pretende la extrema derecha, no resultará fácil. 

Quiero finalizar, Viejo Topo, el tema del ‘petrismo sociológico’ resaltando un asunto no menor: la normalización de la izquierda, sus militantes y seguidores. La izquierda, por la seguidilla de asesinatos y desapariciones en su contra, fue relegada a vivir buena parte del tiempo en el subsuelo del país. Vivir como topos para protegerse de los exterminadores. Una suerte de individuo telúrico, underground, como el narrador de Memorias del subsuelo, la inquietante obra de Dostoyevski. La retórica, la estética y la simbología de la izquierda se ha normalizado en Colombia. “Destripar”, “balear” o darle un “cachazo” a los miembros de la izquierda —como promete la charlatanería de la extrema derecha— o “volver trizas” las ejecutorias del Gobierno de Petro, tiene poco recorrido en una sociedad más politizada y enemiga de la violencia. 

Para este fin de semana largo te recomiendo, Viejo Topo, dos películas y dos textos sobre el mundo frenético de la cocaína, el poder y el dinero.

Las películas: American Psycho basada en el libro de Bret Easton Ellis, el enfant terrible de la literatura estadounidense, y El lobo de Wall Street, dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo Di Caprio y Matthew McConaughey. 

Los libros: Una rayita del periodista y escritor español David López Canales y CeroCeroCero. Cómo la cocaína gobierna el mundo, del perseguido y controvertido autor italiano Roberto Saviano, cuyas primeras cuatro páginas te dejan sin respiración: “La coca la consume ahora quien está sentado a tu lado en el tren y la ha tomado para despertase esta mañana, o el conductor que está al volante del autobús… Consume coca quien está más próximo a ti. Si no es tu padre o tu madre, si no es tu hermano, entonces es tu hijo. Si no es tu hijo, es tu jefe. O su secretaria, que esnifa sólo el sábado para divertirse…”.

@Yezid_Ar_D

* Tomado de Revista Cambio Colombia

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