La transfiguración de Miguel Uribe Turbay en San Votico comenzó desde el mismo día de su atentado. Esa noche, en las puertas de la clínica, los precandidatos del Centro Democrático asistieron con un único objetivo: convertir la cabeza abaleada de su colega en un símbolo político contra el gobierno, e impulsar de esa forma la raquítica campaña del uribismo. A falta de un candidato fuerte, nada mejor que un mártir; a falta de ideas, nada mejor que acudir a las lágrimas; a falta de propuestas, nada mejor que las oraciones. El relato de culpabilizar a Petro por el atentado se propagó de inmediato, y los medios corporativos hicieron eco de las pataletas, contribuyendo así a la narrativa. «Es que el guerrillero mandó a matar a Miguelito», dijo una pobre viejecita durante las marchas-sepelio del pasado 7 de agosto en apoyo al reo Álvaro Uribe. ¿Alguna prueba que sustente lo anterior? Ninguna; a falta de pruebas, nada mejor que repetir día y noche una mentira.
Ahora que el precandidato ha muerto (por fin descansará en paz de los buitres de su propia colectividad), su asunción al reino de los santos mártires (los que están a la ultraderecha del santoral), ha continuado por buen camino. Una vez se conoció la noticia, todo el uribismo, en coro con los medios corporativos, siguieron con el libreto: culpar al gobierno del crimen sin hacerse una sólo pregunta al respecto, sin cuestionar nada. Si ese ha sido el proceder de un espectro político del país, entonces hagámonos nosotros las preguntas: ¿Qué beneficio sacaría Petro y la izquierda mandando a matar a Miguel Uribe? El nieto de Turbay Ayala no representaba un peligro electoral para la izquierda, sólo es cuestión de revisar las encuestas sobre intención de voto para darse cuenta. Todo lo contrario, mandarlo a matar significaría para la izquierda hacerse un autoatentado, pues era evidente que los opositores furibundos culparían al gobierno.
¿Representaba entonces un peligro parlamentario para la legislatura del gobierno en el Congreso? Miguel Uribe era un contradictor acérrimo a las propuestas del gobierno, sí; pero lo era él como lo son todos los contradictores del gobierno en el Legislativo, y una vez más, atentar contra su vida era dificultar la situación en el Congreso (revisemos lo sucedido durante esos días con Efraín Cepeda), cuando el gobierno estaba logrando acuerdos y tratando de sacar adelante una Reforma y una Consulta; sería entonces una jugada (la del crimen) qué iría en contra de los intereses del propio gobierno Petro.

Entonces ¿a quién le convenía realmente la muerte de Miguel Uribe Turbay y su transfiguración en San Votico? Pensemos. ¿Qué espectro político subirá ahora en las encuestas? ¿Quién reclamará las lágrimas transformadas en votos que se derramaron por Miguel? ¿Cómo era el ambiente pre atentado al interior del Centro Democrático? Pues nada agradable. Recordemos que María Fernanda Cabal y Paloma Valencia salieron a criticar a Miguel Uribe por haber, según ellas, pagado una encuesta en la que lo ponía por encima de sus demás contrincantes en el Centro Democrático. «Se está corriendo la línea ética del partido», dijo Paloma Valencia en ese momento en un video que aún se puede ver en Internet. «La candidatura de Miguel Uribe pasó los límites. Toda acción tiene una reacción», dijo por su parte María Fernanda Cabal en Caracol, y a El Tiempo le dijo que debía ponérsele un «freno» antes de que acabara con el propio partido.
La Cabal y Paloma le cuestionaban los elevados costos de su campaña, dudaban de la procedencia de los recursos y de su compromiso ideológico con el Centro Democrático. No fueron las únicas. En un trino en su cuenta de X (que aquí comparto), la también precandidata del Ubérrimo, Vicky Dávila (miembro del Clan Gneco), hablaba de un «precandidato nieto de expresidente» a quien calificaba de «gastón» por sus «gastos desbordados» en la campaña de precandidatura. Pero lo más interesante que dice Vicky es que los «patrocinadores» de ese precandidato le «dieron un límite de tiempo porque no está dando la talla». ¿Quiénes son esos patrocinadores de los que habla Vicky? Y además menciona a: «venezolanos extraños que nadie sabe para quiénes trabajan». Pareciera que Vicky supiera más de lo que dice. También Juan José Lafaurie, hijo de la precandidata Cabal y del Presidente de Fedegán (tanto Cabal, dueña de emporios azucareros en el Cauca, como su esposo, han sido cuestionados por vínculos con el paramilitarismo), criticó fuertemente a Miguel Uribe, a quien acusó de querer «ganar a dedo la candidatura» y haber llegado en «paracaídas y sin mérito» al Centro Democrático.
Miguelito estaba rodeado de hienas que lo criticaban, cuestionaban a sus financiadores, y ponían en tela de juicios sus compromisos éticos e ideológicos con el Ubérrimo. Esas mismas hienas salieron a gritar, sin pruebas, sin ni siquiera un trino, «Petro culpable». Ahora volvamos a hacernos la pregunta: ¿a quiénes les convenía realmente la muerte de Miguel Uribe? ¿Quién mató a Miguelito? Su cuerpo está hoy en cámara ardiente en el Salón Elíptico del Congreso, pero San Votico ya asciendió al santuario político del país, pleno de la luz y el milagro de la multiplicación de los votos y las encuestas.
@GFerroRojas