Llevaba 43 años de no ir a este terruño entre Puerto Boyacá y Puerto Berrío, bañado por el río Baúl, el mismo que se adaptó a la personalidad de ser caño. Allí crecieron mis primos y mis primas, y un poco yo también. Mis primos mayores hacían sus fincas, sus sembradíos y sus ganaderías, todos bajo la vara de mando de mi tía Raquel y su segundo marido.
Mi madre era socia de mi tía; trabajando día y noche, desde la ciudad enviaba remesas, alambre, grapas y dinero para la sal del ganado y otros menesteres. En algunas ocasiones tomábamos unas inmensas tulas, y con mi hermana y mi madre hacíamos extenuantes caminatas de finca en finca, vendiendo camisetas y ropa interior de FACOL, telas de Lafayette, y perfumes de pachuli, todo al alcance del presupuesto de los trabajadores de las fincas. Lo que hoy llaman emprendimiento. ¡Ah! y no faltaban las pócimas para el amor del nido del pájaro Macuá…
El ganado era en depósito del fondo ganadero de Caldas, tan famoso después. Mi tía Raquel fue asesinada junto a su hija Edelmira; otros dos primos, desaparecido uno y asesinado el otro. Esto cuando en la brigada comandaba el general Faruk Yanine Díaz, Yair Klein estrenaba contratos en la zona y Vladimir, el famoso paramilitar, era apenas un niño agraciado y rudo. La finca quedó vacía. Los ganados y la tierra se vendieron a menosprecio. Un primo, quizá un vivo-bobo, asustado y astuto, se apropió de las migajas que les dieron. A mi madre le negaron todo derecho.
Allí todos eran acusados de ser serviles a la guerrilla, y luego lo fueron efectivamente al servicio de los paramilitares de Isaza y Botalón (hoy gestor de paz).
Fui a visitar esas tierras, hoy tomadas por grandes haciendas. La que fuera de mi familia, fue añadiendo hectáreas, hoy tiene 900 dedicadas a ganadería extensiva. Hectárea por vaca (no hay producción lechera, sólo carne).
La casa de la hacienda que edificaron los nuevos dueños no la habita nadie. Un primo lejano vive en el borde del alambrado de la que fuera la finca de su abuela, mi tía, y se emplea de jornalero en las haciendas de engorde o en la industria petrolera, según amanezca el día. Paradigma del destino de los campesinos.
En mi niñez y juventud lejana anduve esos campos, me extasié en la pesca, en los insectos, en las aves, en las babillas, los papagayos… Hice trampas para hicoteas y gallinetas, y corrí despavorido, con mi cobardía urbana, por una serpiente cazadora. Ahora, en mi visita el 13 de enero, celebrándome la vida, quería ver los manatíes, que aún los hay en la ciénaga de Cachimberos. Pedimos permiso. Pero Botalón no nos lo concedió. Razones tendrá…
* Ambientalista y Educador, Ingeniero Químico de la Universidad Nacional, Magister en Filosofía de la Pontifica Universidad Javeriana. PhD de la Universitat de València. PhD de Univalle.