La batalla de los bastardos

Por YEZIR ARTETA*

Ninguno se reclama como hijo e hija de la madre que los parió. Los candidatos de la extrema derecha colombiana se hacen llamar legatarios del expresidente Álvaro Uribe. El expresidente los acepta a regañadientes. Son hijos bastardos disputándose —como los hermanos calavera en la galardonada serie Succession— la cuestionada herencia política dejada por el expresidente. No son hijos ni hijas del presente ni del futuro. Son individuos del pasado que, emulando a las aves rapaces, sobrevuelan alrededor de la vida, la agonía, la muerte y el sepelio del senador Miguel Uribe Turbay. 

Comencemos por Abelardo de la Espriella, que dice llamarse “patriota”. Un patriota, según los cánones de la historia y los libros sagrados, es el individuo que se levanta contra la injusticia, librando una asimétrica y temeraria lucha contra los poderosos. Un rebelde que se rebela contra una potencia foránea que somete a su pueblo. No es el caso de Abelardo, que pasó de ser un “don nadie” a un hombre afortunado. Merodeando el botín de sujetos con dudosa reputación. Un advenedizo, como tildara Balzac en la Comedia humana, a toda suerte de oportunistas. Un “espantajopos” como llaman en Barranquilla a este género de personajes. 

Recomendaría a Abelardo la lectura de La frontera encantada, el libro autobiográfico del escritor barranquillero Giuseppe Caputo en el que describe el “nudo colonial caribeño”, el arribismo y la corronchera de ciertas familias que emparejaron a sus hijas con el primer europeo, “pobre o arrancado que fuera”, que pisara Barranquilla para blanquear la piel de sus descendientes. “Pero bueno, mija, ¿y es que tú qué te crees o qué? Tengo entendido que tu marido no es de Roma, sino de un pueblito del sur por allá refundido”, dice una mujer a otra en el Centro Italiano de Barranquilla. “En Italia, mi papá no pudo terminar la primaria”, admite Caputo en su libro. 

Seguimos con María Fernanda Cabal. Una mujer divertida. Cuando estoy aburrido escucho sus entrevistas para carcajearme. A veces tiene unas ocurrencias que rayan el absurdo, como la promesa de eliminar el impuesto y las advertencias acerca del consumo de bebidas y alimentos ultraprocesados con alto contenido de azúcares y grasas saturadas. María Fernanda brega, emulando a su ídolo Javier Milei, por una sociedad enferma, plagada de farmacias y clínicas desfinanciadas. La fotografía de Milei en New York —señora Cabal— rogando a Donald Trump por una limosna como un mendigo, es una vergüenza para los argentinos. La lunática política económica de Milei tiene al borde de la bancarrota a Argentina. Milei se viste de rockero, pero gobierna como fascista. 

Le sugiero, a María Fernanda, leer El imperio del dolor, del laureado escritor estadounidense Patrick Radden Keefe, una historia de ambición y corrupción política por parte de una familia vinculada a la industria farmacéutica. Forcejear en el escenario político para que los pobres enfermen y los ricos no paguen impuestos es un despropósito para Colombia, señora Cabal. 

Mientras preparaba unos huevos para el desayuno sintonicé A fondo, el pódcast de María Jimena Duzán. Entrevista a Juan Carlos Pinzón, un hombre que se hace llamar el “bueno” para diferenciarse de los cientos de miles de juanes “malos”. Pinzón es una versión 2.0 del expresidente Iván Duque. Un adolescente que aspira a ocupar el Palacio de Nariño en 2026. En la entrevista, el aspirante Pinzón se enorgullece de tener unos padres “queridísimos”, un hogar modélico compuesto por una esposa y unos hijos “lindísimos”. Lástima que no puedan decir lo mismo millares de familias colombianas a las que apenas les alcanza para llevarse a la boca un pan, un huevo frito y una taza de aguapanela al día. 

Pinzón, dice en la entrevista, haber recorrido decenas de países y ciudades del mundo, así como que cientos de municipios de Colombia, lo cual le permite —según él— saber qué es lo mejor para Colombia. Oriol es un amigo catalán que lleva meses recorriendo el mundo en bicicleta, pero esta aventura no le otorga una patente para gobernar a España. Él lo sabe. El bolerista Alci Acosta se presentó en los más de mil municipios de Colombia, pero nunca se le pasó por la cabeza volverse presidente del país. Una cosa, Pinzón, es el turismo y otra la realidad: padecer el drama de millones de colombianos que viven del rebusque. La educación sentimental de Gustave Flaubert podría ser una buena lectura para superar la adolescencia política, estimado Juan Carlos.   

Finalmente, Vicky Dávila. Poco que decir. Zapatero a tus zapatos. Vuelve al periodismo. Pilotar un verguero como lo es Colombia no es lo mismo que mandar a unos empleados. Una empresa que contaría con el apoyo de muchísimas personas, es que volvieras a Semana con la misión de que la revista recupere el brillo y la reputación que tuvo hasta que el señor Gilinski la hizo suya. No te sugiero, Vicky Dávila, una lectura sino una película: La salsa vive, dirigida por el caleño Juan Carvajal. La encuentras en Netflix, pero es mejor visionarla en una pantalla de cine.

Son más los hijos e hijas bastardas, pero dejémoslos por aquí, librando entre ellos una feroz batalla por ganar un corazón en declive. Colombia mira hacia el futuro, mientras los bastardos lo hacen hacia al pasado. La batalla de los bastardos. Juego de tronos

Apunte: La izquierda y el progresismo, Viejo Topo, están a las puertas de caer en la trampa de la consulta. En la próxima columna lo miramos.

@Yezid_Ar_D

* Tomado de revista Cambio Colombia