Iván Cepeda, 2026 – 2030

Por JORGE GÓMEZ PINILLA

Tras el largo proceso que condenó en primera instancia al expresidente Álvaro Uribe Vélez por soborno a testigos y fraude procesal, quien se erige como el mejor exponente para encabezar la candidatura del progresismo a la Presidencia de la República es el principal contradictor del condenado: el senador Iván Cepeda Castro.

Lo dice el suscrito ‘militante’ de la candidatura de la exministra de Salud, médica, psiquiatra y politóloga Carolina Corcho, sustentado en que ella como mujer y como profesional está “más preparada que un yogur” para encarnar el verdadero legado político del proyecto del cambio, el cual amenaza con naufragar si se le da vuelo a una figura tan rocambolesca como el fracasado aunque carismático exalcalde de Medellín, Daniel Quintero.

¿Cómo es posible que alguien cuya cuestionada gestión como burgomaestre “naufragó”, hasta el punto de haber propiciado el regreso arrollador del uribismo a la capital de Antioquia -sumado a las irrefutables señalamientos por corrupción que le hace Carlos Carrillo-, hoy pretenda ganarse el premio mayor de la candidatura presidencial de un movimiento al que cayó como paracaidista, luego de haberse desempeñado con empresario de software y de haber sido concejal por el Partido Conservador en 2007?

Volviendo al tema que nos ocupa, es un hecho irrefutable que, tras el proceso que por primera vez condujo a la condena penal de un expresidente de la catadura de Uribe Vélez, el senador Cepeda terminó convertido en el candidato ideal para asegurar la continuación del proyecto del progresismo, en parte porque le cabe el país en la cabeza y en parte por ser la persona que con mayor entereza y resiliencia enfrentó la persecución del sátrapa, hasta el punto de reclamar hoy la más nítida y contundente victoria política nacional de los últimos años.

En charla reciente que sostuvo con el abogado Miguel Ángel del Río y Daniel Coronell, este último le preguntó qué piensa de la percepción general -compartida incluso por Uribe- respecto a que la condena sería “el comienzo de una campaña suya, que lo iba a convertir en el candidato para la continuidad de la izquierda”, y así respondió: “Yo he sido muy reacio a esa posibilidad, porque he tenido la posibilidad de conocer la vida de algunos de los presidentes de este país, y es un compromiso de unas dimensiones enormes. En esta última etapa la forma que van tomando es una exigencia de algunos sectores, y me obligan a pensarlo con cabeza fría, nada de decisiones alocadas. Deben reunirse algunas condiciones, una de ellas es que estoy practicándome exámenes y, si mis médicos dicen que estoy en una condición óptima para asumir un compromiso de esa naturaleza, ahí se reuniría una primera condición. Pero lo vamos a pensar muy seriamente. No es una decisión a la ligera”.  (Ver entrevista).

Confiemos en que “la condición” de los exámenes médicos le abra las compuertas a una decisión positiva, en cuyo caso deberá presentarse a la consulta que hará el Pacto Histórico el próximo 26 de octubre, con la casi certeza de que nuevamente saldrá airoso de la prueba.

Una ventaja de Cepeda frente a los demás precandidatos del progresismo reside en que de algún modo reúne el perfil de un outsider, pues no se le contaba entre los presidenciables… hasta que la buena fortuna de la condena a Uribe lo catapultó hacia la evidente simpatía de un gran número de potenciales electores, que, estamos seguros, incluye a mucha gente del centro político.

Una segunda ventaja es su talante sereno y ecuánime, en clara diferencia de caracteres con el presidente Gustavo Petro, de temperamento más reactivo y volátil -sobre todo desde su cuenta de X-, pero a quien nadie le puede quitar el gran mérito de haber sido el que condujo a la izquierda, por primera vez en doscientos años de historia republicana, a la toma del poder.

Ahora se trata de conservarlo, o sea de darle continuidad por otros cuatro años al Gobierno del Cambio. Y es ahí precisamente donde Iván Cepeda surge como la carta indiscutible del triunfo; no es un asunto de preferencias personales, lo impone la lógica de la coyuntura.

En el cotarro político se escucha con insistencia que si se quiere aplicar el sentido común -el menos común de los sentidos, dicen- entre los demás precandidatos debería haber consenso en la conveniencia estratégica de renunciar a sus respectivas aspiraciones en aras de brindar su apoyo al más seguro prospecto presidencial, para impedir que fracase el proyecto del progresismo. Ello implicaría, por supuesto, despojarse de los egoísmos individuales en pro de la unidad en torno a la figura más viable.

En declaración para El Espectador, el senador Cepeda manifestó: “Ahora debemos buscar diálogo y explorar si existe la voluntad para hacerlo. Si existe voluntad para ese diálogo, todo lo demás se pude construir: las vías, los procedimientos, las instancias, los tiempos, los alcances. Pero para eso tiene que haber una disposición sincera de avanzar”. (Ver noticia).

Es mucha el agua que aún queda por correr bajo los puentes, y ello incluye sortear de aquí al 26 de octubre la campaña que ya han comenzado a adelantar los precandidatos del progresismo, pero con este escrito solo se quiere dejar constancia de la urgencia de no dejar escapar la preciada oportunidad que se les presenta a todas las fuerzas del progresismo para unir esfuerzos y voluntades en torno a la figura más recomendable para consolidar el proyecto del cambio.

Cepeda lo ha dicho, el camino está trazado: se trata de dialogar para construir, no para imponer maquinarias electorales ni para permitir triquiñuelas de “aparecidos”.

DE REMATE: Manifesté aquí arriba mi preferencia por Carolina Corcho, y sea la ocasión para reiterar que en caso de que Iván Cepeda por voluntad propia o por otras circunstancias no se sume a la lisa preelectoral, es ella la persona más indicada para “avanzar” por el camino del cambio que con sus aciertos y sus errores ha trazado el presidente Petro.

@Jorgomezpinilla

* Imagen de portada, tomada del portal de Cuestión Pública.