Por AUGUSTO CUBIDES CUADRADO*
Tomado del periódico VIDA, de la Presidencia de la República.
Las bandas criminales de Puerto Príncipe, capital de Haití, controlan el 80 % del territorio. La mayoría, por no decir todas, manejan el tráfico de droga, que hace tránsito por Haití hacia Estados Unidos y Europa. Otras no menos importantes, comercian con tráfico de órganos humanos.
Alias Mikano dirige una de las más sanguinarias. Tan sanguinaria que en diciembre de 2024 ordenó asesinar a 110 ancianos por considerar que tuvieron que ver con el extraño fallecimiento de un hijo suyo.
Mikano solo necesitó que un sacerdote vudú culpara de esa calamidad a los ancianos que practicaban “brujería” para desatar, esa sí, una verdadera cacería de brujas. La mayoría de los cuerpos fueron quemados y tirados a las calles, ante la mirada cómplice y vergonzante de muchos de sus habitantes.
Haití vive una profunda crisis institucional, luego del asesinato de su presidente Jovenel Moise, el 7 de julio de 2021, a manos de paramilitares haitianos, en asocio con mercenarios extranjeros, en su mayoría colombianos, hoy prisioneros en las cárceles de ese país.
El magnicidio de Moise desató una guerra entre pandillas por el control territorial. Al lado del célebre Mikano, en Puerto Príncipe el poder lo ejerce Jimmy “Barbecue” Chérizier, un expolicía, líder de la banda criminal conocida como G-9 y Familia, una alianza de los grupos armados ilegales más peligrosos de la isla.
En marzo de 2024, Barbecue y sus hombres se tomaron a sangre y fuego la cárcel de la capital y liberaron a cerca de 3700 presos. En esta acción murieron 12 personas y cientos resultaron heridos. Ese hombre se ha hecho famoso también por reclutar seguidores y promover sus mensajes a través de las redes sociales, Tik Tok e Instagram.
La visita del presidente Petro a Haití
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, visitó, el pasado viernes 18 de julio, Haití y, luego de los honores militares de bienvenida, tuvo que atravesar Puerto Príncipe, desde el aeropuerto hasta la sede del hotel Villa Acueil, donde protagonizó un encuentro bilateral de alto nivel con la junta de Gobierno y sus ministros.
La caravana presidencial atravesó las dos únicas calles a medio pavimentar que existen en Puerto Príncipe, una urbe tercermundista de más de ocho millones de habitantes, donde la pobreza golpea el optimismo y la mirada se estrella contra la falta de planeación, de futuro y esperanza. En la capital no existen edificios de altura, la mayoría de sus casas fueron construidas sin planeación, están dispersas por laderas y planicies que, desde el aire, parecieran erigirse por caminos que no conducen a ninguna parte. No se ven semáforos, los pocos agentes de tránsito no alcanzan a controlar el caos de la ciudad, y los pocos comercios que se ven al paso de la caravana muestran una pobreza que sobrepasa la imaginación. Nada de lo que conocemos en Colombia se asemeja al drama de Haití, un Estado que busca reconstruirse de las ruinas.

Foto: EFE – Patrice Noel
Aunque se había anunciado que el presidente estaría dos días en Haití, en los que se reuniría con la junta de transición y luego inauguraría la sede diplomática de Colombia en Puerto Príncipe, una vez cumplidas estas citas, esa misma noche el propio mandatario decidió regresar a Colombia. No era difícil deducir el nivel de riesgo que enfrentaba el presidente, luego de haber estado en ese primer trayecto, metidos en un monumental trancón.
El regreso al aeropuerto y la hora indicaban, como finalmente pasó, que tendríamos otro gran atasco, pero con un factor que hacía aún más difícil la ya tensa situación: la complicidad de la noche. La experiencia fue caótica. Calles oscuras, un trancón, miles de motos con gente gritando, carros atascados maldiciendo en francés, soldados con fusiles corriendo para impedir que las motos se acercaran a los carros de la comitiva. Horas de tensión, de inmensa tensión, cruzando las calles de Barbecue y Mikano.
Viaja el cuerpo élite
El viaje a Haití comenzó con la partida de Bogotá, a las 10:52 de la mañana, del viernes 18 de julio, a bordo del FAC 001. Bogotá había amanecido con fuertes vientos helados que, según los expertos meteorólogos, obedecen a un viento frío que por estos días recorre toda la zona andina desde Chile hasta Panamá.
La seguridad del presidente fue estudiada y planeada por la Jefatura de Protección y todas las entidades encargadas de su cuidado. Se acordó que nuestras mujeres y hombres fueran los únicos guardianes. Haití no cuenta con un cuerpo especializado para atender este tipo de visitas. Ese fue, precisamente, una de las ayudas que el presidente le ofreció a la nueva junta que preside ese país hermano. En los próximos meses, hombres de sus cuerpos de policía y Ejército serán entrenados en Colombia y se les venderán fusiles y armamento producido por nuestra industria militar.
La presencia de las tenebrosas bandas y pandillas de Mikano y Barbecue exigían, por tanto, un robusto esquema de protección. Se dio, entonces, la orden de desplazar desde el día anterior una fuerte avanzada que partió de Catam en el FAC 1285, tipo C-295. El plan incluyó una escala técnica en el Comando Aéreo, ubicado en la base de Palanquero, para reabastecer combustible y continuar hacia su destino final. En su interior iban 27 militares dotados de 23 radios de comunicación, 17 pistolas Glock 17, Glock .40, Sig Sauer y 12 fusiles M4, Mini Uzi, Arad y Sig Sauer.
El avión decoló a las 8:27 de Palanquero y aterrizó en el aeropuerto de Puerto Príncipe, a las 12:30 horas.
El FAC 001 del presidente llegaría al día siguiente. Causó cierta sorpresa ver subir militares con fusiles, escudos protectores, y chalecos antibalas cuando, por lo general, allí se transportan solo armas cortas. Este contingente llevaba otros 28 radios de comunicación, 2 equipos inhibidores de señales, 21 pistolas, una ametralladora Sig Sauer y 7 fusiles.
Este vuelo duró dos horas y 10 minutos. Aterrizó a las 13:03 horas en la capital haitiana sin contratiempos. Los contratiempos vinieron después cuando la caravana, con el presidente en su interior, quedó atrapada en los trancones de Puerto Príncipe. Cuando, cerca a un lujoso hotel unos hombres vestidos de negro, que parecían de la seguridad haitiana, quisieron subirse al bus de la caravana presidencial, una oficial de protección colombiana demostró su temple y dio una orden enfática por su equipo de comunicación: “activar protocolo”. De inmediato, la guardia presidencial de Colombia lo disuadió, fusil en mano, de subirse y les ordenó retirarse. Fueron segundos de mucha zozobra. Ellos alegaban en francés, nadie entendió qué decían.
Pero valió el riesgo. El presidente de Colombia cumplió su palabra: abrió la representación diplomática en ese país, ofreció a la Junta Provisional que dirige ese país asistencia militar para cimentar las bases de un nuevo Estado capaz de erradicar la violencia, garantizar seguridad y devolver la esperanza de la libertad que una vez fue el sello de Haití, la aliada incondicional de Bolívar.
* Periodista. Secretario de Comunicaciones en la Presidencia de la República. Director del periódico VIDA.
Foto de portada: Hubert Ariza