ESPERANZA ANTE UN MUNDO DESPIADADO

Por Olga Gayón/Bruselas

Las lágrimas del planeta mutan en palabras que predicen que vendrán tiempos de esperanza.

El mundo sangra por sus extremidades. Las armas, el poder político y económico y los hombres majaderos lo están conduciendo a un sucio lugar, de donde no parece existir retorno. Varias zonas están sufriendo el asedio de la codicia y la ideología que eligen a unos pocos líderes que ya no ven en ti ni en mí mujeres u hombres, sino vasallos prestos a doblegarse ante la obstinada fuerza bruta que nos está convirtiendo en esclavos.

Tú y yo, yo y tú y nuestro cosmos han sido asaltados por fuerzas atroces que quieren arrancar de nuestras almas, cuerpos y entornos todo aquello que otros nos dejaron para que gozásemos de una sociedad equitativa. Ellos, esos que cambiaron el rumbo del mundo para bien, se dejaron la vida, pensando en que nosotros, sus hijos, fuésemos mujeres y hombres libres.

Hay noches en las que mis sueños devienen en pesadillas, esas que a diario viven sin clemencia alguna los habitantes de diferentes lugares en los que las bombas, los misiles, los tanques y el estrepitoso sonido de las armas de los cretinos arrasan con las vidas humanas, destrozándolas en mil pedazos y convirtiendo la tierra en un espacio yermo para sacar de sus entrañas minerales que garantizarán vidas plácidas en otros emplazamientos.

Pero también vivo amaneceres en los que diminutos seres entonan en mi oído melodías suaves y armoniosas, en las que cada nota arrulla la esperanza. Son caricias celestiales que anuncian la llegada de días sin violencia, sin sangre, sin lágrimas mundiales.

Luego, brotan de mis ojos torrentes de líquido amarillo, lágrimas de oro. Mis mejillas son el camino que ha escogido la esperanza para comunicarles a todos aquellos que ven mi rostro en las calles, el metro, los parques, los supermercados, los cines, los museos y las paradas de los autobuses, que para derrotarnos a todos los humanos y para arruinar la naturaleza no existe arma alguna, por muy nuclear que sea. ¡Todavía y por siempre y para siempre, somos vida, así sea esa que surge de entre los escombros!

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Obra de Gustav Klimt

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