DÉCIMAS DOLORIDAS


Una semana muy dura:
masacres, muertes, violencia;
algunos piden paciencia,
que para eso no hay cura.
Otros demandan censura:
que controlen la noticia
y supriman la primicia
del abuso policial;
que en ello radica el mal,
aunque se actúe con sevicia.

De otro lado, la protesta
se desborda con locura:
sin control y en desmesura,
los perversos hacen fiesta.
A esto hay que meterle testa,
reclama el pueblo afligido
en sus angustias sumido;
pues no es héroe quien abusa
de la fuerza, como en USA,
ni el que protesta es bandido.

Hallemos el punto medio:
protesta civilizada
y autoridad controlada
para acordar el remedio.
Los discursos nos dan tedio;
las decisiones, modorra;
y la opinión se atiborra
con excusas y con trabas,
con palabrería de babas,
que estimulan la camorra.

Prudencia entonces, doctores;
prudencia en la decisión;
redúzcanle a la pasión
y mérmenle a los rencores.
No aúpen más sinsabores
ni estimulen la violencia
con verborrea de elocuencia;
dejen atrás la diatriba
que nos tiene a la deriva
en niveles de demencia.

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