Carolina Corcho, Iván Cepeda y Daniel Quintero son las cartas presidenciales con las que el Pacto Histórico hará su consulta interna el 26 de octubre para que su gente defina quién de los tres llevará las banderas del progresismo en las elecciones de 2026.
Los tres se han encargado de demostrar lealtad al presidente y compromiso con las ideas de una izquierda progresista. Eso sí, con diferencias de estilo que van dejando entrever cómo afrontarían la campaña presidencial de resultar elegidos en aquellos momentos en los que sean señalados de seguir órdenes de Petro ya en su calidad de expresidente.
Cepeda es un hombre sereno y de hablar pausado, características que bien puede llevar a que muchos las asocien con debilidad de carácter. Defiende las ideas de Petro y recientemente calificó de «memorable» la intervención del presidente de la República en la ONU. Eso sí, el país no puede esperar de Cepeda declaraciones de amor hacia Petro como lo hizo Gustavo Bolívar, cuando en el pasado le dijo al presidente «yo a usted lo amo».
El senador cuenta con una trayectoria política limpia y libre de escándalos de la sempiterna, aceptada y naturalizada corrupción de la clase política colombiana. Sus luchas por la paz y la defensa de los derechos humanos de las víctimas de todos los actores armados, legales e ilegales que participaron de las hostilidades en el marco del conflicto armado interno es un punto a su favor que convoca a todos los colombianos sensibles con asuntos como los falsos positivos y la consecución de una paz «estable y duradera»; pero esas mismas luchas de Cepeda, en caso de ganar la consulta del Pacto Histórico, lo alejaría ética, política e ideológicamente de los cientos de miles de connacionales que niegan y se oponen a que el próximo gobierno insista en negociar el fin de las hostilidades con los grupos al margen de la ley, a que las víctimas sean reparadas y a que el país siga conociendo la verdad de lo acontecido porque ello compromete a los militares y a la seguridad democrática. En ese punto, una eventual candidatura de Cepeda no convocaría a quienes sin ser necesariamente uribistas no ven en esos asuntos de la paz y el respeto de los DDHH una virtud importante para asumir los destinos del país.
La campaña sucia que en su contra iniciaron agentes del uribismo (los hijos de Uribe, por ejemplo) muy seguramente reaparecerá en caso de que resulte ser el candidato presidencial por el Pacto Histórico. Llamarlo «el candidato de las Farc» es el estigma perfecto al que seguirá apelando la derecha para asustar al electorado indeciso que reconoce que la administración Petro ha hecho cosas positivas en materia social y económica, pero otras negativas como el fracaso de la Paz Total y por supuesto la corrupción al interior de la UNGRD.
Carolina Corcho, como exministra de salud sabe que le tocará lidiar con los negativos imaginarios que la prensa hegemónica logró posicionar en la opinión pública a propósito de la crisis de las EPS, en particular los problemas de atención a los usuarios de la Nueva EPS. A pesar de las alocuciones de Petro en las que desenmascaró a los que se «robaron billones de pesos del sistema de salud», hay pacientes que siguen echándole la culpa al gobierno Petro por la mala atención y la negación de procedimientos y en la entrega de medicamentos esenciales. Su salida abrupta del ministerio de Salud, cargo en el que duró apenas 8 meses puede pesar negativamente al sopesar su activismo político con la experiencia en el manejo de asuntos públicos.
Corcho sabe también que su condición de mujer le ofrece dos caminos. En uno, encontraría el respaldo de los sectores liberales y de avanzada que entienden que ya es tiempo de ver en el Solio de Bolívar a una mujer presidenta, en particular por su formación académica, garantía que las decisiones más complejas las tomará dando primero una discusión conceptual atada al proyecto político en el que ella cree. En el segundo camino, Corcho se encontrará a los sectores más godos, machistas, patriarcales y retardatarios del país que insisten en que Colombia jamás debería ser manejado por una mujer, por el solo hecho de serlo.
Finalmente, aparece Daniel Quintero, exalcalde de Medellín, quien viene haciendo una campaña efectista agitando temas sensibles como la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente tal y como lo viene planteando el presidente Petro. Sobre específico asunto, Quintero y Corcho creen en la necesidad de ese escenario. Por el contrario, Iván Cepeda rechaza ese camino.
Quintero se presenta como anti uribista, apuesta que lo acerca a cientos de miles de colombianos que reconocen los daños que Álvaro Uribe le hizo al país no solo en sus ocho años de mandato, sino en los 8 de Santos y en los cuatro de su consumado títere, Iván Duque Márquez. Sus problemas judiciales (está imputado por delitos de corrupción) son la mácula que generó divisiones al interior del Pacto Histórico y que lo perseguirá en caso de que resulte elegido como el candidato único del Pacto Histórico. Justo por esos líos, hay sectores del electorado que tienen de él una imagen negativa.
Su eslogan de «resetear la política» no convence del todo a un electorado que entiende que hay un imposible sociocultural y político en Colombia: proscribir el ethos mafioso, fuente y dinamizador de la corrupción público-privada. Sobre las dudas que recaen sobre Quintero éstas devienen atadasa su origen paisa pues hay ciudadanos que lo asocian con Álvaro Uribe y otros políticos antioqueños por la demostrada capacidad de aquellos para engañar y enredar a la hora de dar explicaciones y «vender» promesas. Ya veremos quién gana la consulta del Pacto Histórico: si el sosegado y tranquilo senador Iván Cepeda, la muy activa médica y psiquiatra Carolina Corcho, o el histriónico y verborreico exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, conocido como «pinturita».
@germanayalaosor