Por PUNO ARDILA
—Todo parece indicar que se está depurando nuestro glorioso partido para llegar fortalecidos a las urnas el año entrante —suspiró Catalina Arana.
—¿Lo dice por la expulsión de Uribe Londoño? —preguntó el ilustre profesor Gregorio Montebell.
—Expulsión no; él renunció.
—Pues la prensa dice otra cosa, y él mismo salió a decir que nunca había renunciado. Vea que en el periódico más cercano a ustedes se habla de una decisión que tomaron a raíz de la información que les llegó, y «lo que terminó haciendo el partido este lunes fue anticiparse a la supuesta renuncia de Uribe Londoño y decorosamente le cerró las puertas. “Él estaba muy necio con todo. Adentro tenía implosionado el proceso y si se quiere ir donde Abelardo pues no es coherente que esté acá”, reveló una fuente [anónima]».
—Sí, pero después él mismo presentó su renuncia irrevocable. Así, de todos modos, se les adelantó. Ja, ja, ja.
—Qué chistoso. Esto de ser el de la iniciativa en un rompimiento es una costumbre bastante común entre parejas, en cuyo caso el interés no es el motivo de la separación, sino lograr adelantársele al otro. Cuántas veces hemos visto a quienes ruegan y ruegan cuando la otra persona les termina, hasta que aquella acepta volver, y esta deja pasar algún tiempo, mínimo, para ser entonces quien “tome la iniciativa” para terminar.
—Pero esto es distinto.
—Sí, como cuando el tipo sabe que lo van a echar de la empresa, y llega con su carta de renuncia. Un extraño asunto de dignidad; a lo Topo Gigio: «Lo dije yo primero, lo dije yo primero».
—La verdad es que él no quería seguir ahí.
—Ah, sí, como el Chavo, que cuando ve que la causa está perdida con Quico para que le comparta torta de jamón, muestra su resignación con la famosa frase: «Al cabo que ni quería».
—No es resignación; es una decisión tomada.
—Pues sí, es esa “dignidad” reflejada en casos como el de Cricerio, que insistió hasta el cansancio para que lo dejaran chicanear frente a los trapicheros al lomo de la potra Mona, escasamente de falsa rienda, porque quería exhibir sus dotes de chalán; y apenas montó, el animal, por ese instinto natural que acompaña a los equinos briosos, desconoció al jinete, y arrancó a corcovear con tal fuerza que Cricerio no logró permanecer en la silla más que unos segundos. Su aterrizada fue estrepitosa, directamente sobre un banco de arena, en donde cayó sentado, acompañado de las risas y las burlas de los trapicheros. Cricerio, muy ufano, se levantó de la arena, donde quedó perfectamente labrado su trasero, y recitó con pompa frente al grupo de espectadores: «Salió completo; ya me iba a bajar».
@PunoArdila