Por GERMÁN AYALA OSORIO
La entrega del Premio FIFA de la Paz al convicto presidente de los Estados Unidos, Donald Trump confirma no solo la naturaleza política de la Federación Internacional de Fútbol Asociación, sino el uso del deporte espectáculo como herramienta ideológica para lavarle la imagen a Trump y a todos aquellos agentes de la derecha internacional que les provoque, como el presidente estadounidense, amenazar con atacar o invadir países y autorizar ejecuciones extrajudiciales en alta mar como lo viene haciendo en el Atlántico. A lo mejor Trump y la propia FIFA estarán esperando a que inicie el Mundial de 2026 para pasar de la guerra psicológica contra Venezuela, a una operación quirúrgica para sacar de Miraflores a Nicolás Maduro Moros.
Lo hecho por Gianni Infantino, presidente de la multinacional del fútbol es a todas luces grotesco, lo cual lo convierte en un bufón de talla mundial. Si el balompié y la propia FIFA ya arrastraban una mala imagen por cuenta de los actos de corrupción al interior de la poderosa organización, con el reconocimiento hecho al gran Sheriff anaranjado la organización del fútbol en adelante será usada política y electoralmente para encubrir masacres, invasiones, guerras y conflictos armados regionales. Y por supuesto, para continuar naturalizando el carácter esclavista con el que funcionan las millonarias transacciones de jugadores: se exhiben y se negocian como en la época de la esclavitud en la que a los negros africanos se les revisaba la condición física y el estado de la dentadura. Por supuesto que ahora los exámenes médicos a los que son sometidos los jugadores y las extenuantes ligas y competencias internacionales hacen parte del trabajo de (en) cubrimiento que hacen las empresas mediáticas autorizadas por la FIFA para transmitir las grandes competencias, incluidas los Mundiales.
El Premio FIFA de la Paz nació fétido y con una carga ideológica que podría ser usada en contra de los jugadores que, como Maradona, alcancen un nivel de notoriedad no solo por sus goles y malabares con el balón, sino por atreverse a cuestionar los manejos de los asuntos del deporte espectáculo tal y como lo hizo el crack argentino; y así como opinar de conflictos, eventos electorales en sus países de origen, sobre guerras e invasiones y en particular en torno a las actividades ilegales e ilegítimas adelantadas por el matoncito del Salón Oval de la Casa Blanca. Que sirva de consuelo decir que el recién creado Premio FIFA de la Paz nació tan politizado, interesado, fastuoso, oscuro, pestilente e ideologizado como el Premio Nobel de Paz.
@germanayalaosor