¿“Matar a Dios” es humano, demasiado humano?

Por SANDRA GARCÍA

“Dios ha muerto” es la famosa sentencia del filósofo  Friedrich Nietzsche que desató toda clase de pensamientos, desde reflexiones profundas en los más intelectuales, hasta la tergiversación de sus palabras por parte de grupos políticos radicales, como sucedió con los nazis y el concepto del Superhombre en el siglo XX. Sus palabras crearon caos y miedo en los fanáticos creyentes de aquel entonces, y en los de ahora, que satanizan, condenan y vetan cualquier pensamiento demasiado humano.

Nietzsche, un supuesto desquiciado, diría yo un incomprendido, se atrevió a “matar a Dios” creando una polémica colectiva sobre lo religioso y sacro, pero también fue fuente de inspiración para muchas personas que deseábamos salir del closet religioso e iniciar nuestro ateísmo, muchas veces desde una simple pregunta: ¿acaso Dios puede morir?

Evidentemente, el fin de Nietzsche no era crear una horda de ateos con su visión del mundo, solo fue un cuestionamiento ante el comportamiento hipócrita del ser humano, en la época que le tocó vivir y sobre los supuestos valores religiosos del cristianismo que para él ya no funcionaban. Hoy, bajo los trágicos acontecimientos geopolíticos como los que vivimos con Palestina o Sudán, es bueno revivir los cuestionamientos sobre la influencia de los valores religiosos y el concepto de Dios en las sociedades del mundo.

El ser humano no solo construye la idea de Dios a nivel grupal y religioso, también cada ser humano le aporta a ese concepto generalizado características propias de su humanidad, un reflejo de su interior, su esencia, sus miedos o frustraciones. Existen creyentes que se conmueven ante las injusticias, otros son bondadosos y amorosos, pero también hay creyentes que ven la figura de Dios como un ser castigador, de sufrimiento y sometimiento, que no perdona y extermina. No importa que pertenezcan varias personas a la misma religión o creencia, su Dios será completamente distinto.

Un ejemplo evidente y buen tema para cualquier sociólogo, es el comportamiento y la reacción de muchos cristianos frente al abuso sobre el pueblo Palestino, así fueran de la misma rama cristiana. Bajo la misma Biblia y creencia, sus opiniones frente a lo que “Dios quiere o no quiere” con el pueblo palestino varían, al igual que su apoyo o rechazo a las acciones de Israel. Éste comportamiento va más allá del dogmatismo, es la propia personalidad y pensamiento del individuo expresado bajo la figura de un Dios, desconcertando incluso a los mismos creyentes que aún no entienden como alguien de su propia religión actúa tan diferente.

Es un fenómeno que no solo ocurre en el cristianismo, sino en todas las religiones y creencias: una prueba más para los ateos de que Dios es solo un concepto y que los grupos religiosos no solo actúan en comunidad, sino que hay tantos dioses como humanos en la tierra.

Al ser Dios un concepto, se puede decir entonces que, si puede morir puede renovarse, transformarse o, por qué no, adaptarse. No solo al nivel colectivo o social de la época, sino también a nivel personal, el concepto de Dios existe en la mente o el corazón de quien lo crea, no en el plano real. Es una necesidad humana, que brinda seguridad sicológica y emocional ante una vida inclemente, esperanza después de la muerte, un significado ante todo lo que existe y aún no podemos explicar.

El problema no es creer en el concepto de Dios, sino imponerlo como una necesidad individual o colectiva, como una verdad absoluta, totalizante, en muchos casos dogmática, irrefutable.

Si Nietzsche viviera en estos tiempos, supongo que no solo seguiría negando la existencia de Dios, también afirmaría que somos lo suficientemente estúpidos como para querer revivir un vergonzoso pasado histórico, bajo supuestos preceptos religiosos. Neandertales que tratan de evolucionar como especie buscando un “Superhumano” hitleriano, esta vez tecnológico, pero igual o peor de fascista.

Por mi parte, no soy atea al negar el concepto de Dios, soy atea gracias a los mismos creyentes, que con su comportamiento en el transcurrir de la historia hasta el día de hoy, me enseñaron que Dios, como ser o divinidad real, no existe.

El “Dios ha muerto” de Nietzsche abrió desde joven en mí una duda, ¿Cómo un Dios omnipotente, omnisapiente, omnipresente puede morir? ¿Acaso morir no lo convierte en un simple ser etéreo? Creo que la muerte de Dios es algo más interesante, sincretismo tras sincretismo avanza como concepto, junto a la evolución humana. Los nuevos dioses ya no habitan los cielos, sino que supuestamente viven escondidos en el espacio, en mundos que no podemos comprender.
¿Les suena conocido?

@ladytron26

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