Por HERNÁN SUÁREZ*
Conocí a Alfonso Jacquin en Barranquilla en 1977, como Secretario Político de la Unión Revolucionaria Socialista (URS), de la cual yo era en ese entonces miembro de su dirección nacional.
Lo que más me impresionó, tanto en las reuniones formales como en las muchas tomadas de tinto, fue su desbordado entusiasmo por la acción política, su elocuencia en el hablar y su agudo sentido del humor.
Un mamador de gallo garciamarquino, sin duda.
Hicimos migas y congeniamos de inmediato, las cuales mantuvimos hasta su trágica muerte en el Palacio de Justicia.
Siendo ya miembro activo de la dirigencia del M-19, de cuando en vez se aparecía en mi oficina de la revista Economía Colombiana de la Contraloría General, y nos dedicábamos horas al “análisis concreto de la situación concreta” o “análisis de coyuntura política” como también solíamos decir entre en serio o en sorna.
Era mi fuente principal de información sobre la marcha del proceso de paz con Belisario, de la cual Alfonso Jacquin fue gran protagonista. En uno de esos encuentros Alfonso me entregó el documento «Presidencialismo Fáctico o Doctrina Constitucional».
Eran 13 páginas con una portada, escritas a máquina y con algunas correcciones hechas a mano. Estaba pulcramente numerado y escrito sobre papel copia. En su portada estaba solo el titulo y los nombres y apellidos del autor: Alfonso Jacquin Gutiérrez.
Me explicó que el propósito del documento era solicitar a la Corte Suprema de Justicia iniciar un juicio político y jurídico contra Belisario Betancur por su incumplimiento de los acuerdos de paz firmados y acordados con el M-19, y que en su leal saber y entender habían sido traicionados.
Conociendo la vena constitucionalista que siempre mostró Jacquin, no hice mayores objeciones a la propuesta y quedamos en discutir el documento con mayor tiempo, una vez yo lo leyera.
Esto ocurrió a comienzos de 1985. Nunca más nos volvimos a ver.
El día que el M-19 se tomó el Palacio de Justicia me encontraba en los talleres de la imprenta de la Contraloría, revisando la diagramación de la Revista Economía Colombiana, cuando sentimos el tronar de los disparos y la algarabía en el edificio del Ministerio de Hacienda, que quedada a solo tres cuadras de la Plaza de Bolívar y del cual fuimos evacuados de inmediato.
Cuando conocí la proclama de la Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre de inmediato recordé el documento que meses atrás me había confiado Alfonso.
“Se salió con la suya” fue lo primero que pensé para mis adentros.
Genio y figura, hasta la sepultura.
Su muerte me dolió profundamente.
Lo que era una demanda jurídica ante la Corte Suprema de Justicia se transformó en una demanda armada que significó la muerte de la mayoría de sus magistrados y de la mayoría de los integrantes del Comando del M-19.
Hoy, 40 años después de los trágicos sucesos de la toma del Palacio de Justicia, he decidido compartir el documento que en su momento me entregó Alfonso Jacquin, al igual que la Proclama de la toma del Palacio. Dejo al amable lector su valoración, luego de ingresar a este enlace: https://cedema.org/digital_items/9414
* Hernán Suárez es licenciado en Historia, editor y gestor cultural.