Yo conocí a Raúl Gómez Jattin

La primera vez que escuché el nombre de Raúl Gómez Jattin fue en 1988. Me habían acogido unos jóvenes caribeños y viví con ellos por varios meses en el barrio Samper Mendoza. Un domingo en el Magazín Dominical de El Espectador, había varios poemas de Raúl y de Antonio José Silvera. Jattin los leyó con emoción y fuerza, entre ellos «Qué te vas a acordar, Isabel».

En esos meses, con esa cofradía Caribe fuimos a la Casa de Poesía Silva y escuchamos una lectura de poemas de ese hombre recio y fuerte, de corazón tierno y vida azarosa por las turbulencias en las que vivió. 

Pasaron los años y volví a ver a Raúl deambulando por las calles del centro de Bogotá. Con el pasar de los días se le veía más barbudo y desaliñado, vivía el proceso de entrar a la locura, camino que describía como el dulce tránsito lleno de placidez a un destino de sufrimiento. 

Un domingo vi una escena con un toque de surrealismo en el Parque de los Periodistas, donde se instalaba un mercado campesino. Raúl se encontró de manera coincidencial con un par de paisanos cordobeses, un hombre mayor por encima de los 70 y un joven treinteañero. Lo saludaron con afecto y el hombre mayor lo reprendió con cariño por su aspecto dejado. La reacción de Raúl fue decirle que le diera una moneda de 200, se lo dijo de manera insistente, y en medio de la reprimenda afectuosamente el hombre mayor sacó su billetera y le dio a Raúl un billete de veinte mil, que era la denominación más alta del momento. Raúl tomó el billete, lo arrugó entre su enorme mano, lo guardó en uno de los bolsillos de su chaquetón y siguió con su prédica por la moneda de 200. 

A las pocas semanas de haberlo visto en ese parque, un domingo yo debía entregar una maleta prestada. Vivía en la calle 16 con segunda y debía entregar la maleta en el barrio El Recuerdo, yo andaba en la inopia y ya me había hecho a la idea de hacer esa travesía a pie. 

Llegando a la calle 19 con tercera, vi a Raúl con su enorme figura, de nuevo desaliñado llamando por su nombre a quien no tenía conmigo ningún vínculo personal pero sí de vida, le dije: Raúl, regálame una moneda. Me miró sin desconcierto, introdujo su enorme mano en el bolsillo de su chaquetón, me extendió un puñado de monedas y me dijo con su vozarrón: toma. 

Luego me preguntó si quería piña de un puesto ambulante, a lo cual por supuesto respondí que sí. Caminamos comiendo piña por la 19 y luego tomamos la séptima hacia el norte, frente al Teatro Jorge Eliecer Gaitán. Un fotógrafo de la calle nos tomó una fotografía, que desafortunadamente he perdido. 

Volví a ver a Raúl en Cartagena, me le acerqué y lo saludé, me miró con frialdad y distancia. 

Este 31 de mayo Raúl Gómez Jattin habría cumplido 80 años. Hace diez escribí este artículo para El Espectador: Ver artículo haciendo clic en el enlace.

@luchoceliscnai

Foto de portada, tomada de https://www.zendalibros.com