El caso Benedetti y el wokismo

Por CIELO RUSINQUE

He sido como ustedes espectadora de la agresión calculada, sistemática, oportunista, superflua y violenta a la que se está́ sometiendo a Armando Benedetti, a Susana Muhammad y a las mujeres del Pacto Histórico. Es un caso que permite observar con nitidez las consecuencias liberticidas de los moralismos contemporáneos, de la febrilidad de quienes toman las antorchas de falsas virtudes para aniquilar a quienes consideran sus enemigos existenciales y de las desviaciones a las que pueden llevar las buenas intenciones cuando no están seguidas por la razón. Lo más paradójico es que este ataque en nombre de una libertad abstracta y de la defensa de una versión oportunista del feminismo termine anulando la libertad concreta de las personas y, en particular, de las mujeres implicadas en este asunto.

Como lo he sostenido hace muchos años, el feminismo humanista es una lucha por la realización integral de los valores universales que reconocen la igual dignidad de toda persona, sus derechos fundamentales, sin discriminaciones fundadas en rasgos biológicos (sexo) o sociales (género). Por esta razón, como feminista y constitucionalista garantista, resulta incomprensible que se pretenda reducir al ostracismo a una persona como Armando Benedetti, que no es objeto de ninguna denuncia formal por violencia de género, que ha recibido el respaldo de su esposa y suegra -dos mujeres cuya versión no ha sido tenido en cuenta- frente a las acusaciones mediáticas de maltrato, y que ha reconocido sus errores de comportamiento frente a Laura Sarabia, quien hoy no ha tenido inconveniente en trabajar a su lado en la realización del  proyecto de gobierno.

No obstante, hay quienes quisieran convertirlo en una suerte de paria con el que ninguna mujer debería tener trato, a riesgo de ser señalada de cómplice del patriarcado. Soy mujer, he tratado con Armando Benedetti desde el momento en que anunció su voluntad de llegar al Pacto. Yo aplaudí su apoyo, no porque lo tuviera como referente de la moral y buenas costumbres en su paso por el uribismo y el santismo, sino porque no desconozco su valor como hombre político y el hecho de que después de haber llegado al Pacto durante la campaña su presencia en el gobierno en un cargo de relevancia, fuera natural.

Hoy, después de haber sido designado por un presidente que tiene pleno control de su voluntad de nominación, y pese a la narrativa de que se mantiene en el gobierno por un chantaje, la realidad es que si así lo fuera, Benedetti no habría estado como lo estuvo hasta ahora en cargos no tan relevantes, ni habría estado, como lo estuvo, fuera del gobierno. Al hoy posesionado ministro le auguro lo mejor, por el bien de él y de la causa que nos es común. Es el Presidente, como quedó demostrado en el Consejo de ministros, el que decide quién y hasta cuándo lo acompaña, sin importar presiones. Todo este escándalo es también el resultado típico de la división del mundo entre buenos y malos, del maniqueísmo que culmina en la censura y la llamada cultura de la cancelación que nunca he compartido y no por falta de valor o integridad sino porque no veo ni en ello, ni en el wokismo un aporte al progreso de la sociedad.

Es en contra de esta banalización del odioso poder de castigar, y del furor punitivo que se ha tomado nuestras sociedades, que debemos protestar. No hay contradicción alguna sino plena coherencia en la actitud de las mujeres -adultas- del Pacto, que han decidido acercarse o alejarse de Armando Benedetti. Es el resultado del ejercicio de la libertad consciente de cada una de ellas; libertad que deben conservar y a partir de la cual deben formarse su propio juicio. Es en la libertad donde se aprende la libertad, como lo sostuvo en su momento Kant. Y una verdadera actitud feminista debería respetar el criterio de las mujeres y las vías que decidan seguir para relacionarse con los hombres. No veo por qué el feminismo tiene que apostarle a la supresión de los principios que fundan la civilización moderna y que hemos heredado de la ilustración: la división de poderes, el Estado de derecho, el respeto por la dignidad humana, el debido proceso, la presunción de inocencia y todo el conjunto de vínculos y garantías que preservan al ciudadano en el ejercicio del poder.

¿Acaso la indignación generalizada -en muchos casos artificialmente creada por medios de comunicación o personas a las que solo les interesa la visibilidad- no puede conducirnos a que el castigo que inspira un comportamiento no se convierta en una abyección moral más grande que la falta que pretende condenar? Es así́ como muchas mujeres, pensando defender como justicieras los valores de una causa noble, terminan causando un daño mayor a otras mujeres, que quedan reducidas a personas sin autonomía, traicionando así las banderas en las que se pretenden inspirar. Como dijo Susan Neiman: «La izquierda y el woke son absolutamente opuestos. El woke es tribal y la izquierda es universal. Es una diferencia enorme”.

@cielo_rusinque

* Foto de portada, de archivo particular