Por HORACIO DUQUE *
Pululan los comentarios y las reflexiones sobre el Consejo de ministros realizado el 4 de febrero a la vista de millones de colombianos y de ciudadanos de otras latitudes, gracias a la televisión, la radio, las redes sociales y la inteligencia artificial.
Se trató de un ejercicio de transparencia y participación ciudadana en el funcionamiento del gobierno que ha impactado, dada la naturaleza cerrada y excluyente de un Estado construido a lo largo de 200 años por las camarillas oligárquicas que han hecho del mismo, a punta de violencia criminal, un instrumento de dominación y acumulación de aberrantes privilegios hacendarios, financieros e inmobiliarios.
Es probable que este primer ejercicio liderado por el presidente Petro hubiese presentado fallas, que será necesario corregir para entregar versiones más cualificadas. Pero la conclusión, como lo quiere la ultraderecha, no es la de cancelar este nuevo escenario, que ha tenido un poderoso impacto en millones de ciudadanos.
Ojalá se programen tres o cuatro Consejos de ministros abiertos semanales, a la manera como se dan las “mañaneras” en la presidencia de México.
Del evento ocurrido el 4 de febrero en la Casa de Nariño, quiero subrayar un proceso político de importantes implicaciones en la estabilidad del actual gobierno y la continuidad del proyecto de transición política democrática hacia la paz, la justicia y la protección de los recursos del medio ambiente.
En el fragor de la controversia desatada por los ataques de la vicepresidente Francia Márquez contra Benedetti y Sarabia sobre presunta corrupción, que ella debió denunciar hace rato; por la pintoresca intervención en ese mismo sentido de la ministra Muhammad, de Medio Ambiente, haciendo gala con lágrimas postizas de un feminismo postmoderno trasnochado; el desatino del ministro de Educación, disminuido por la ineficiencia de su gestión con las universidades y la porosidad de Sebastián Caballero en la Oficina de infraestructuras educativas; y el despiste desproporcionado del secretario general, el presidente Petro atinó a lanzar una advertencia para indicar que estábamos presenciando el canibalismo de cierta izquierda que con su infantilismo, fantasías y falta de rigor, estaba propiciando un golpe a la cohesión y estabilidad del actual gobierno, mismo objetivo que ha tenido el intento golpista fallido de la ultraderecha en los últimos 30 meses, desde agosto de 2022.
Para esta “izquierda caníbal” el enemigo principal no es la ultraderecha neofascista representada por Uribe Vélez y su plantilla, que aspira a recuperar la presidencia, aupados por el ascenso del fascismo a nivel global y la nueva presidencia del señor Trump. Los enemigos son Benedetti y Sarabia, ¡háganme el favor!
El desubique de estos personajes es patético. Hacer de Benedetti y de la canciller Sarabia los enemigos principales del proyecto progresista es un descache absoluto. Es buscar el ahogado río arriba, como le escucha uno decir a la gente cuando ve a alguien en el lugar equivocado.
Benedetti, Velasco, Roy Barreras, Guillermo García Realpe y otros connotados lideres liberales son parte de la coalición política que permitió el triunfo electoral de Gustavo Petro en los comicios de 2022, y en esa condición hacen parte del gobierno, con todo derecho. Feliz el señor Uribe y sus compinches con el “trabajito” de estos esquiroles de la “izquierda” en pleno gabinete del gobierno popular que lidera el presidente Petro. Qué idiotas útiles; qué rémora política estorbando el diligente trabajo del primer mandatario popular de los colombianos.
Levantar un falso moralismo (fundamentalista a la manera de las iglesias medioevales) y un etéreo feminismo postmoderno (reaccionario y falso en la perspectiva de la lucha de clases) es de un perverso que da vergüenza entre la izquierda popular y revolucionaria.
Para completar el cuadro, el presidente debió escribir, a renglón seguido, un mensaje que completa su aguda lectura del montaje orquestado por la “izquierda caníbal” en el salón de gobierno.
Lo cito: “En esta entrevista (al Ministro de Cultura que renunció) se dicen mentiras, no por culpa de Correa, sino por dejarse engañar, o no leer, las normas. El que puse de director del DAPRE o secretario general de la presidencia (JER), comenzó a decir que el jefe de despacho es el jefe de los ministros y levantó mucha indignidad y por poco acaba el gobierno, como quiere la extrema derecha. No señor, le dije al secretario general de la presidencia, al menos lea cuál es la función del cargo antes de irradiar un infundio desastroso. De acuerdo con las normas, el jefe de despacho tiene un jefe: el secretario general de la presidencia o director del DAPRE. El secretario de presidencia tiene un jefe: el presidente de la república. Los ministros y ministras tienen un jefe: el presidente de la república”. (Ver trino).
Es hora de un timonazo en la alta dirección del gobierno, presidente Petro.
@HoracioDuque8
* Horacio Duque es historiador y analista político.