Los lectores de Vanguardia pudieron ver hace unos días que «después [de] que la Gobernación de Santander [asumió] el control del peaje de Los Santos, entregó [sic] un balance de cómo fue el recaudo […] el 6 de enero pasado. El Gobierno departamental reportó cerca de [$56 millones]».
Así que, en un solo día, en un solo peaje, sin el flujo de carretera nacional, se recaudó esa suma; y se agolpan, entonces, muchas preguntas, entre ellas qué se hizo con lo recaudado todos estos años y qué se hará en adelante. La parte triste del pasillo alegre, en el caso de los peajes, es que la plata que se recoge no aparece por ningún lado. Ni los de Invías dan razón, ni qué decir de las concesiones privadas, en cuyos bolsillos sin fondo se pierden miles y miles de millones que se recaudan en ese vergonzoso alto número de peajes que recaudan a manos llenas, aunque con un sistema tan obsoleto como las carreteras mismas, en medio de trancones de horas.
Sin plan de inversión ni sistema de recaudo, nuestras carreteras y sus peajes muestran medio siglo de atraso y un estado lamentable, como la trocha vergonzosa del tramo entre Moniquirá y San Gil. Precisamente, acabo de ver una publicación de mi paisano y colega Víctor Solano Franco: «Los tres peajes que hay entre Oiba y Bucaramanga recogen al año más de 200.000 millones de pesos (a 50 km de distancia entre cada uno) y, sin embargo, poco o nada de eso se ve en la calidad de las vías de Santander. Ni siquiera invierten en la infraestructura del recaudo, lo que además ocasiona unos trancones monumentales en algunas épocas del año».
¿A quién le rinden cuentas? Si solo en un día, el 6 de enero, el peaje de Los Santos recaudó 56 millones, hay que preguntarse, en serio, a dónde fue a parar la fortuna que se recogió durante el tiempo de la concesión y cómo actúan en estos casos los entes de control, que no se les ve por ningún lado. Los peajes parecen más otro “impuesto” para pagar favores políticos, porque detrás anda un trío de beneficiarios de ese dinero encabezado por Sarmiento Angulo y sus secuaces, cuyas agallas desbordadas siguen buscando cómo esquilmar al pueblo colombiano.
Mensæ tegumentum. Pues de lo dicen los que se autoproclaman “autoridad” no se entienden muchas cosas; entre otras, no solo qué hacen con la plata de los peajes, sino por qué la restricción de patos en las motos es solo para hombres adultos, ni por qué la linterna del celular no sirve como linterna, ni por qué el agua y el alcohol tienen que tener una absurda fecha de vencimiento.
@PunoArdila