2026: el año en que Iván Cepeda debe derrotar a Trump y al ‘Ubérrimo’

Por HUBERT ARIZA*

Lo que se escucha en el Caribe al terminar 2025 no son fuegos artificiales, pólvora, ni el jolgorio del fin de año. Como no sucedía hace décadas en la región, el imperio americano ataca a sus viejos aliados, como Colombia, desempolva sus doctrinas de dominio regional y garrote a sus adversarios, reales o imaginarios, y despliega en el Caribe poderosos portaaviones y submarinos para hundir militarmente el régimen venezolano.

Esta vez van por la cabeza de Nicolás Maduro, igual a como en 1990 fueron por la del dictador panameño Manuel Antonio Noriega, su aliado caído en desgracia. Pero Maduro no es Noriega, Panamá no es Venezuela y no estamos en 1989. Muy difícil le ha tocado a Trump justificar su intervención militar en la tierra de Bolívar y su ataque visceral contra el Gobierno de izquierda de Colombia, para impedir la continuidad de ese proyecto político. Sin embargo, solo los más radicales enemigos de Petro, o las mentes más dóciles a los intereses americanos, creen en la narrativa de que el jefe de Estado colombiano lidera un cartel de las drogas.

De hecho, Trump ya cruzó la frontera de que su guerra en el Caribe es contra el narcotráfico, que le ha costado la vida a más de 100 lancheros bombardeados en aguas del mar Caribe, la mayoría colombianos, y ahora dice sin eufemismos que el tema es el petróleo. Del que dice, sin sonrojarse, que le pertenece a Estados Unidos.

Maduro, que no ha sido agente de la CIA como lo fue Noriega, ha sido eficaz en concretar alianzas políticas, económicas y militares con Rusia, China e Irán, así como en permitir que en su territorio actúen las guerrillas colombianas del ELN y las disidencias de las FARC. Además, ha armado una milicia interna de millones de voluntarios, que de por sí una grave amenaza local y regional en una era posmaduro.

Trump ha sentenciado que pronto comenzarán los ataques por tierra a Venezuela y Colombia. También ha elevado el nivel de su odio personal contra el presidente Petro, al que ha hostigado en los peores calificativos de manera permanente. La guerra contra Venezuela está en curso. Nadie espera nada diferente de una situación que parece no tener reversa.

Colombia se verá afectada de manera irremediable por esa conflagración inminente. Y no hay a la vista previsiones de contención de sus nefastas consecuencias. Lo que se ve, es que la extrema derecha latinoamericana apoyará esa vulneración a la paz regional, expulsará a miles de venezolanos de sus territorios, como se anuncia en el Chile en poder del neopinochetismo, y la situación generará una crisis humanitaria regional que lesionará gravemente a Colombia. Más de dos millones de inmigrantes podrían ingresar a Colombia en las primeras semanas de una agresión militar al vecino país.

Los recursos para atender esa población no existen. Colombia padece un déficit fiscal de más de 23 billones de pesos, que ha obligado al presidente Petro a decretar una emergencia económica. Colombia tendría que raspar la olla y apelar a la comunidad internacional para intentar obtener fondos para atender esa crisis, pero es bien sabido que las arcas europeas y asiáticas están destinadas a solucionar otras emergencias, como las que han dejado los conflictos de Siria, Palestina y Ucrania, entre otros. Atender esa eventual crisis humanitaria será uno de los grandes retos del 2026. Y un factor que impactará la campaña presidencial de 2026.

La guerra militar de Trump en la región va acompañada de la intervención política en los países del vecindario. Ya lo hizo en Argentina, Chile, Honduras y Ecuador. El mandato de la superpotencia es claro: no se permitirán gobiernos que no estén alineados con la Doctrina Trump y su nueva Estrategia de Seguridad Nacional. Es decir, todo lo que huela a izquierda y comunismo será bloqueado, perseguido y erradicado. Colombia ya es víctima de esa estrategia. Las elecciones de 2026 en marcha ya sienten la intromisión de la superpotencia para imponer su voluntad con un presidente aliado.

Los ataques a Petro tienen ese sentido. La descertificación, la cancelación de la visa, la inclusión en la lista Clinton buscan castigar a Petro y advertir a los rebeldes a las políticas intervencionistas que no hay futuro en la relación si se controvierte al imperio. La independencia y la soberanía no riman con un mandatario que usa el garrote como arma de aplastamiento de sus rivales.

El Departamento de Estado, sin embargo, tiene claro el papel trascendental de Colombia en su ajedrez geoestratégico. El país ha sido su principal aliado durante cien años, y la agenda común incluye los temas de seguridad hemisférica, lucha contra el narcotráfico, medio ambiente y recursos naturales. Por eso, en los últimos días se ha escuchado a Trump tratar de desligar la cooperación bilateral de la relación personal con el presidente Petro.

Para Trump, Petro es un “tipo muy, muy malo”, que “no es amigo de Estados Unidos”. “Más le vale andarse con cuidado porque tiene fábricas de droga. Fabrican cocaína en Colombia y la envían a Estados Unidos. Más le vale cerrar esas fábricas de cocaína”, dijo desde Mar-a-Lago, su lujosa residencia en Florida. Ello significa una nueva y grave amenaza a la seguridad del presidente, quien de por sí ha gobernado en medio de graves sentencias de la ilegalidad y la extrema derecha contra su vida.

Trump, de manera directa, matizó su sentencia diciendo: “Amo al pueblo colombiano, son gente estupenda, enérgica, inteligente, genial”. Así quiere enviar el mensaje de que su animadversión es contra Petro y no contra el pueblo de Colombia, como una manera de tratar de contrarrestar la narrativa nacionalista del jefe de Estado y minar el discurso de que un ataque a Petro es un ataque a Colombia.

En Colombia las encuestas muestran que el sentimiento anti-Trump es bastante alto. Cerca del 80% de los colombianos tiene una mala imagen del mandatario americano. De hecho, los ataques estadounidenses contra Petro han elevado su popularidad, que hoy supera el 40%.

Esos ataques coinciden, además, con la creciente popularidad del candidato de izquierda Iván Cepeda, quien ha heredado el caudal electoral de Petro, en un caso atípico de endoso de votos. La fortaleza en las encuestas de Iván Cepeda será puesta a prueba en la medida en que el imperio contraataque y lo enfoque como el candidato comunista a vencer. La intervención de Trump en las elecciones de Colombia será frontal. El imperio no ataca con anestesia, ni se mide en la búsqueda de sus objetivos. Tratarán de imponer a un mandatario servil a sus intereses, y Cepeda no parece estar dispuesto a traicionar a Petro.

Lo que viene en 2026 es la disputa entre la derecha de quién es capaz de vencer a Iván Cepeda, y meterse a la segunda vuelta presidencial, pero sobre todo quién es capaz de obtener las bendiciones de Trump y sus asesores de extrema derecha de Florida, con el aval de Álvaro Uribe, su aliado incondicional. De ese tamaño es la batalla que se aproxima para la izquierda. La batalla es contra Uribe, y ante todo contra Trump. No se trata solo de derrotar a la derecha del Ubérrimo y los falsos positivos, de unir a la izquierda y cohesionar a través del nacionalismo, sino de vencer al señor del garrote gigante de pelo naranja que aplasta a quienes en su patio trasero se atreven a decirle no. Y Cepeda, fiel a su formación y a Petro, hará campaña con la bandera antiimperialista y de ganar no la arriará para complacer a nadie.

@HubertAriza

* Tomado de El País América

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